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Metrópolis
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Moscú
«Moscú —la aldea más grande del mundo— no está hecha a la medida humana. Es agotadora, apabullante, sin árboles. Los edificios son las mismas casitas de los pueblos de Ucrania aumentadas a tamaños heroicos (...) Por los amplios espacios destinados a los peatones circula una muchedumbre lenta, arrolladora, como un torrente de lava. Yo experimenté una emoción indefinible —que debía estar destinada a mi primer desembarco en la luna— cuando el automóvil que me condujo al hotel se aventuró por la infinita perspectiva de la avenida Gorki. Pensé que se necesitaba por lo menos 20 millones de personas para llenar Moscú.»
De «Yo estuve en Rusia», en
De Europa y América (1955-1960), vol. 4.
«Moscú —la aldea más grande del mundo— no está hecha a la medida humana. Es agotadora, apabullante, sin árboles. Los edificios son las mismas casitas de los pueblos de Ucrania aumentadas a tamaños heroicos (...) Por los amplios espacios destinados a los peatones circula una muchedumbre lenta, arrolladora, como un torrente de lava. Yo experimenté una emoción indefinible —que debía estar destinada a mi primer desembarco en la luna— cuando el automóvil que me condujo al hotel se aventuró por la infinita perspectiva de la avenida Gorki. Pensé que se necesitaba por lo menos 20 millones de personas para llenar Moscú.»
De «Yo estuve en Rusia», en
De Europa y América (1955-1960), vol. 4.
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La Habana
«A las nueve de la mañana, mientras desayunábamos en la terraza del Habana Riviera, un tremendo golpe de mar a pleno sol levantó en vilo varios automóviles que pasaban por la avenida del malecón, o que estaban estacionados en la acera, y uno quedó incrustado en un flanco del hotel. Fue como una explosión de dinamita que sembró el pánico en los veinte pisos del edificio y convirtió en polvo el vitral del vestíbulo. Los numerosos turistas que se encontraban en la sala de espera fueron lanzados por los aires junto con los muebles, y algunos quedaron heridos por la granizada de vidrio. Tuvo que ser un maretazo colosal, pues entre la muralla del malecón y el hotel hay una amplia avenida de ida y vuelta, así que la ola saltó por encima de ella y todavía le quedó bastante fuerza para desmigajar el vitral.»
«Los alegres voluntarios cubanos, con la ayuda de los bomberos, recogieron los destrozos en menos de seis horas, clausuraron la puerta del mar y habilitaron otra, y todo volvió a estar en orden.»
De «Me alquilo para soñar».
«A las nueve de la mañana, mientras desayunábamos en la terraza del Habana Riviera, un tremendo golpe de mar a pleno sol levantó en vilo varios automóviles que pasaban por la avenida del malecón, o que estaban estacionados en la acera, y uno quedó incrustado en un flanco del hotel. Fue como una explosión de dinamita que sembró el pánico en los veinte pisos del edificio y convirtió en polvo el vitral del vestíbulo. Los numerosos turistas que se encontraban en la sala de espera fueron lanzados por los aires junto con los muebles, y algunos quedaron heridos por la granizada de vidrio. Tuvo que ser un maretazo colosal, pues entre la muralla del malecón y el hotel hay una amplia avenida de ida y vuelta, así que la ola saltó por encima de ella y todavía le quedó bastante fuerza para desmigajar el vitral.»
«Los alegres voluntarios cubanos, con la ayuda de los bomberos, recogieron los destrozos en menos de seis horas, clausuraron la puerta del mar y habilitaron otra, y todo volvió a estar en orden.»
De «Me alquilo para soñar».
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Viena
«Después de haber estado en Venecia, hay que venir a Viena para descubrir los árboles (...) hay una cosa dramática en Venecia: solamente hay un árbol en toda la ciudad. (...) Viena es todo lo contrario: hay lugares donde los árboles no dejan ver la ciudad. Es un bosque enorme, donde viven un millón de personas serviciales.»
De «Viena es un enorme bosque», en
De Europa y América (1955-1960), vol. 4.
«Después de haber estado en Venecia, hay que venir a Viena para descubrir los árboles (...) hay una cosa dramática en Venecia: solamente hay un árbol en toda la ciudad. (...) Viena es todo lo contrario: hay lugares donde los árboles no dejan ver la ciudad. Es un bosque enorme, donde viven un millón de personas serviciales.»
De «Viena es un enorme bosque», en
De Europa y América (1955-1960), vol. 4.
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París
«Sólo para salir de la glorieta de León de Belfort necesitaron más de una hora. Los cafés y almacenes estaban iluminados como si fuera medianoche, pues era un martes típico de los eneros de París, encapotados y sucios y con una llovizna tenaz que no alcanzaba a concretarse en nieve. Pero la avenida Denfert-Rochereau estaba más despejada y al cabo de unas pocas cuadras Nena Daconte le indicó a su marido que doblara a la derecha, y estacionó frente a la entrada de emergencia de un hospital enorme y sombrío.»
De «El rastro de tu sangre en la nieve».
«Sólo para salir de la glorieta de León de Belfort necesitaron más de una hora. Los cafés y almacenes estaban iluminados como si fuera medianoche, pues era un martes típico de los eneros de París, encapotados y sucios y con una llovizna tenaz que no alcanzaba a concretarse en nieve. Pero la avenida Denfert-Rochereau estaba más despejada y al cabo de unas pocas cuadras Nena Daconte le indicó a su marido que doblara a la derecha, y estacionó frente a la entrada de emergencia de un hospital enorme y sombrío.»
De «El rastro de tu sangre en la nieve».
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Madrid
«Al final del corredor, flotando entre dos aguas, Totó estaba sentado en la popa del bote, aferrado a los remos y con la máscara puesta, buscando el faro del puerto hasta donde le alcanzó el aire de los tanques, y Joel flotaba en la proa buscando todavía la altura de la estrella polar con el se(ks)tante, y flotaban por toda la casa sus treinta y siete compañeros de clase, eternizados en el instante de hacer pipí en la maceta de geranios, de cantar el himno de la escuela con la letra cambiada por versos de burla contra el rector, de beberse a escondidas un vaso de brandy de la botella de papá. Pues habían abierto tantas luces al mismo tiempo que la casa se había rebosado, y todo el cuarto año elemental de la escuela de San Julián el Hospitalario se había ahogado en el piso quinto del número 47 del Paseo de la Castellana. En Madrid, de España, una ciudad remota de veranos ardientes y vientos helados, sin mar ni río, y cuyos aborígenes de tierra firme nunca fueron maestros en la ciencia de navegar en la luz.»
De «La luz es como el agua».
«Al final del corredor, flotando entre dos aguas, Totó estaba sentado en la popa del bote, aferrado a los remos y con la máscara puesta, buscando el faro del puerto hasta donde le alcanzó el aire de los tanques, y Joel flotaba en la proa buscando todavía la altura de la estrella polar con el se(ks)tante, y flotaban por toda la casa sus treinta y siete compañeros de clase, eternizados en el instante de hacer pipí en la maceta de geranios, de cantar el himno de la escuela con la letra cambiada por versos de burla contra el rector, de beberse a escondidas un vaso de brandy de la botella de papá. Pues habían abierto tantas luces al mismo tiempo que la casa se había rebosado, y todo el cuarto año elemental de la escuela de San Julián el Hospitalario se había ahogado en el piso quinto del número 47 del Paseo de la Castellana. En Madrid, de España, una ciudad remota de veranos ardientes y vientos helados, sin mar ni río, y cuyos aborígenes de tierra firme nunca fueron maestros en la ciencia de navegar en la luz.»
De «La luz es como el agua».
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Barcelona
«No llevaba abrigo, a pesar de la primavera incierta de Barcelona, cuya llovizna de vientos sesgados la hacía casi siempre menos tolerable que el invierno. María Dos Prazeres, que había recibido a tantos hombres a cualquier hora, se sintió avergonzada como muy pocas veces. Acaba de cumplir setenta y seis años y estaba convencida.»
De «María Dos Prazeres».
«No llevaba abrigo, a pesar de la primavera incierta de Barcelona, cuya llovizna de vientos sesgados la hacía casi siempre menos tolerable que el invierno. María Dos Prazeres, que había recibido a tantos hombres a cualquier hora, se sintió avergonzada como muy pocas veces. Acaba de cumplir setenta y seis años y estaba convencida.»
De «María Dos Prazeres».