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Metrópolis
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Moscú
«Moscú —la aldea más grande del mundo— no está hecha a la medida humana. Es agotadora, apabullante, sin árboles. Los edificios son las mismas casitas de los pueblos de Ucrania aumentadas a tamaños heroicos (...) Por los amplios espacios destinados a los peatones circula una muchedumbre lenta, arrolladora, como un torrente de lava. Yo experimenté una emoción indefinible —que debía estar destinada a mi primer desembarco en la luna— cuando el automóvil que me condujo al hotel se aventuró por la infinita perspectiva de la avenida Gorki. Pensé que se necesitaba por lo menos 20 millones de personas para llenar Moscú.»
De «Yo estuve en Rusia», en
De Europa y América (1955-1960), vol. 4.
«Moscú —la aldea más grande del mundo— no está hecha a la medida humana. Es agotadora, apabullante, sin árboles. Los edificios son las mismas casitas de los pueblos de Ucrania aumentadas a tamaños heroicos (...) Por los amplios espacios destinados a los peatones circula una muchedumbre lenta, arrolladora, como un torrente de lava. Yo experimenté una emoción indefinible —que debía estar destinada a mi primer desembarco en la luna— cuando el automóvil que me condujo al hotel se aventuró por la infinita perspectiva de la avenida Gorki. Pensé que se necesitaba por lo menos 20 millones de personas para llenar Moscú.»
De «Yo estuve en Rusia», en
De Europa y América (1955-1960), vol. 4.
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Всё правильно, Володя, в человеческой природе существует универсальный закон разности потенциалов наоборот. То есть, в любом месте Планеты, когда скапливается определённый экономический потенциал, там сразу же начинают скапливаться огромные толпы людей в поисках утопической лучшей доли. Ты конечно помнишь, что в начале 90-х все люди старались убежать из Москвы за кардон. То же самое происходит и повторяется всегда и везде. Ни для кого не секрет, что Испания во времена Франко была нищенской страной и в то время большое количество испанцев работало в зажиточных европейских странах в качестве гастербайтеров, чёрной рабочей силе.
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Пользователь удален
Создано: 15.1 года назад
Imagínate, Marqués, he llevado casi un año en el Habana Riviera (número 1603, que jamás olvidaré), y vi montón de veces esas olas por encima del Malecón arrastrando a pobres vehículos de paso hacia otro extremo de la avenida... ¡Cuántos recuerdos! Pero no voy a mentir: la ola semejante no la vi ninguna vez. Los cristales del vestíbulo siguieron sin romperse todos aquellos meses que ahora parecen ser de los más felices en mi vida.
En cuanto a Moscú que ya tiene como 12 millones parece que ha llegado al colmo de su capacidad. Hay una anécdota: la maestra les propone a los alumnos del 6º grado a redactar una composición en inglés sobre Moscú. Dentro de cierto tiempo un tal Вовочка levanta la mano:
Мария Сергеевна, а как будет по-английски: "ПОНАЕХАЛИ ТУТ"?
En cuanto a Moscú que ya tiene como 12 millones parece que ha llegado al colmo de su capacidad. Hay una anécdota: la maestra les propone a los alumnos del 6º grado a redactar una composición en inglés sobre Moscú. Dentro de cierto tiempo un tal Вовочка levanta la mano:
Мария Сергеевна, а как будет по-английски: "ПОНАЕХАЛИ ТУТ"?
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Santa Marta
«Más que una ensenada propicia para las vacaciones, más que un magnífico fondeadero para los barcos internacionales, la bahía de Santa Marta es una sensación. Una apacible sensación de quietud, de bienestar, de mansedumbre. Podría decirse —por su extraordinaria belleza— que no es un paisaje, sino una ilusión óptica. Y hasta Mercedes de Armas, esa criatura frutal que habita la luz de Santa Marte, es la belleza más reposada y serena que haya podido transitar por el mundo.»
De «Visita a Santa Marta». en «La Jirafa»,
por Septimus, El Heraldo, Barranquilla de
Textos costeños, Obra periodística, vol. I.
«Más que una ensenada propicia para las vacaciones, más que un magnífico fondeadero para los barcos internacionales, la bahía de Santa Marta es una sensación. Una apacible sensación de quietud, de bienestar, de mansedumbre. Podría decirse —por su extraordinaria belleza— que no es un paisaje, sino una ilusión óptica. Y hasta Mercedes de Armas, esa criatura frutal que habita la luz de Santa Marte, es la belleza más reposada y serena que haya podido transitar por el mundo.»
De «Visita a Santa Marta». en «La Jirafa»,
por Septimus, El Heraldo, Barranquilla de
Textos costeños, Obra periodística, vol. I.
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Budapest
«Los edificios grises y rotos de la avenida Rakoszi parecían deshabitados. El alumbrado público escaso, la llovizna sobre la calle solitaria, el tranvía que pasaba rechinando entre chispas azules, todo contribuía a crear una atmósfera triste. En el momento de acostarme me di cuenta de que las paredes interiores de mi pieza mostraban todavía impactos de proyectiles. No pude dormir estremecido por la idea de que aquel cuarto forrado en colgaduras amarillentas, con muebles antiguos y un fuerte olor a desinfectante, había sido una barricada en octubre. De esa manera terminó mi primera noche en Budapest.»
De «Yo visité Hungría», en
De Europa y América (1955-1960), vol. 4.
«Los edificios grises y rotos de la avenida Rakoszi parecían deshabitados. El alumbrado público escaso, la llovizna sobre la calle solitaria, el tranvía que pasaba rechinando entre chispas azules, todo contribuía a crear una atmósfera triste. En el momento de acostarme me di cuenta de que las paredes interiores de mi pieza mostraban todavía impactos de proyectiles. No pude dormir estremecido por la idea de que aquel cuarto forrado en colgaduras amarillentas, con muebles antiguos y un fuerte olor a desinfectante, había sido una barricada en octubre. De esa manera terminó mi primera noche en Budapest.»
De «Yo visité Hungría», en
De Europa y América (1955-1960), vol. 4.
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Praga
«Praga ha asimilado las influencias más indigestas sin engordar demasiado y sin úlceras en el estómago. Es un término medio entre la antigüedad mejor conservada y el presente más cuerdo (...) su antigüedad no parece anacrónica. En los vericuetos de la ciudad vieja se encuentran en un mismo caserón una cervecería histórica con reproducciones de Picasso y un almacén de calculadores eléctricas (...) Nosotros pasamos en Praga varios días a la deriva y no encontramos un grueso indicio que nos permitiera pensar que no estábamos en una ciudad de Europa occidental. Hay un orden natural, espontáneo, sin policías armados. Es el único país socialista donde la gente no parece sufrir de tensión nerviosa y donde uno no tiene la impresión —falsa o cierta— de estar controlado por la policía secreta.»
«Praga ha asimilado las influencias más indigestas sin engordar demasiado y sin úlceras en el estómago. Es un término medio entre la antigüedad mejor conservada y el presente más cuerdo (...) su antigüedad no parece anacrónica. En los vericuetos de la ciudad vieja se encuentran en un mismo caserón una cervecería histórica con reproducciones de Picasso y un almacén de calculadores eléctricas (...) Nosotros pasamos en Praga varios días a la deriva y no encontramos un grueso indicio que nos permitiera pensar que no estábamos en una ciudad de Europa occidental. Hay un orden natural, espontáneo, sin policías armados. Es el único país socialista donde la gente no parece sufrir de tensión nerviosa y donde uno no tiene la impresión —falsa o cierta— de estar controlado por la policía secreta.»
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Ginebra
«Cuando los diplomáticos que han venido a Ginebra a componer un mundo que ellos mismos descompusieron entraron a comer, anoche, en el palacio de Eynard, había un lugar del globo que no se daba cuenta de la importancia de ese acontecimiento: la vieja Ginebra, la de Calvino, cuyas piedras huelen a jazmines y nadie sabe por qué, pues no se ven los jazmineros por ninguna parte. Mientras el señor Eisenhower masticaba un pedazo de trucha a la Brillat Savarin y el señor Zhukov se ajustaba la servilleta en el pescuezo para no ensuciar de pescado sus ocho hileras de condecoraciones, todavía la catedral de Saint-Pierre estaba allí, donde la pusieron hace 500 años, a dos cuadras del asa donde nació Juan Jacobo Rousseau; un viejo caserón lleno de ventanas que debe de haberse muerto hace mucho tiempo y nadie se ha dado cuenta.»
De «El susto de “Las 4 Grandes”»,
en Crónicas y Reportajes.
«Cuando los diplomáticos que han venido a Ginebra a componer un mundo que ellos mismos descompusieron entraron a comer, anoche, en el palacio de Eynard, había un lugar del globo que no se daba cuenta de la importancia de ese acontecimiento: la vieja Ginebra, la de Calvino, cuyas piedras huelen a jazmines y nadie sabe por qué, pues no se ven los jazmineros por ninguna parte. Mientras el señor Eisenhower masticaba un pedazo de trucha a la Brillat Savarin y el señor Zhukov se ajustaba la servilleta en el pescuezo para no ensuciar de pescado sus ocho hileras de condecoraciones, todavía la catedral de Saint-Pierre estaba allí, donde la pusieron hace 500 años, a dos cuadras del asa donde nació Juan Jacobo Rousseau; un viejo caserón lleno de ventanas que debe de haberse muerto hace mucho tiempo y nadie se ha dado cuenta.»
De «El susto de “Las 4 Grandes”»,
en Crónicas y Reportajes.
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Cartagena
«Diariamente, a las doce, oíamos allá afuera la clarinada cortante que se adelantaba al nuevo día como otro gallo grande, equivocado y absurdo, que había perdido la noción de su tiempo. Caían entonces sobre la ciudad amurallada un silencio grande, pesado, inexpresivo (...) Parecido en algo a ese silencio hondo, imperturbable, que antecede a las grandes catástrofres. Hundidos en él sólo oíamos el ruido rebelde, impotente, de nuestra respiración, como si allí afuera en la bahía, estuviera aún Francis Drake, con sus naves de abordaje.»
De «Punto y aparte», El Universal, Cartagena,
en Textos costeños, Obra periodística, vol. I.
«Diariamente, a las doce, oíamos allá afuera la clarinada cortante que se adelantaba al nuevo día como otro gallo grande, equivocado y absurdo, que había perdido la noción de su tiempo. Caían entonces sobre la ciudad amurallada un silencio grande, pesado, inexpresivo (...) Parecido en algo a ese silencio hondo, imperturbable, que antecede a las grandes catástrofres. Hundidos en él sólo oíamos el ruido rebelde, impotente, de nuestra respiración, como si allí afuera en la bahía, estuviera aún Francis Drake, con sus naves de abordaje.»
De «Punto y aparte», El Universal, Cartagena,
en Textos costeños, Obra periodística, vol. I.
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Bogota
«Cuando se construyó la Avenida Jiménez de Quesada, Bogotá era una ciudad de sombreristas profesionales convencidos o irreductibles. Pero hacía tiempo que estaba abolido el sombrero coco en la cabeza de la nueva generación. El último millar de cocos llegado a Bogotá en la segunda década del siglo estaba en los depósitos del almacén “Richard”, en el puente de San Francisco, cuando los comerciantes del sector fueron notificados de que debían trasladarse a otro lugar.»
De «La historia se escribe con sombrero», en
Entre cachacos I, Obra periodística, vol. 2.
«Cuando se construyó la Avenida Jiménez de Quesada, Bogotá era una ciudad de sombreristas profesionales convencidos o irreductibles. Pero hacía tiempo que estaba abolido el sombrero coco en la cabeza de la nueva generación. El último millar de cocos llegado a Bogotá en la segunda década del siglo estaba en los depósitos del almacén “Richard”, en el puente de San Francisco, cuando los comerciantes del sector fueron notificados de que debían trasladarse a otro lugar.»
De «La historia se escribe con sombrero», en
Entre cachacos I, Obra periodística, vol. 2.
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Venecia
«Frente al sobrecargado y feo palacio de los Dux, en Venecia, pasó la semana pasada una góndola que rompió la tradición de cinco siglos. No era la góndola negra y severa, con algo de violoncelo flotante, sino una especie de barcaza norteamericanizada en cuyos flancos se pintó la leyenda universal: “Coca-Cola. La pausa que refresca”.»
De «Gondoleros», en «La Jirafa», por Septimus,
El Heraldo, Barranquilla de Textos Costeños,
Obra periodística, vol. I.
«Frente al sobrecargado y feo palacio de los Dux, en Venecia, pasó la semana pasada una góndola que rompió la tradición de cinco siglos. No era la góndola negra y severa, con algo de violoncelo flotante, sino una especie de barcaza norteamericanizada en cuyos flancos se pintó la leyenda universal: “Coca-Cola. La pausa que refresca”.»
De «Gondoleros», en «La Jirafa», por Septimus,
El Heraldo, Barranquilla de Textos Costeños,
Obra periodística, vol. I.
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Roma
«Volví a Roma veintidós años después de conocer a Margarito Duarte, y tal vez no hubiera pensado en él si no lo hubiera encontrado por casualidad. Yo estaba demasiado oprimido por los estragos del tiempo para pensar en nadie. Caía sin cesar una llovizna boba como de caldo tibio, la luz de diamante de otros tiempos se había vuelto turbia, y los lugares que habían sido míos y sustentaban mis nostalgias eran otros y ajenos (...).»
«Así era: nadie había oído hablar de él. Los árboles de la Villa Borghese estaban desgreñados bajo la lluvia, el galoppatoio de las princesas tristes había sido devorado por una maleza sin flores, y las bellas de antaño habían sido sustituidas por atletas andróginos travestidos de manolas. El único sobreviviente de una fauna extinguida era el viejo león, sarnoso y acatarrado, en su isla de aguas marchitas. Nadie cantaba ni se moría de amor en las tractorías plastificadas de la Plaza de España. Pues la Roma de nuestras nostalgias era ya otra Roma antigua dentro de la antigua Roma de los Césares.»
De «La Santa».
«Volví a Roma veintidós años después de conocer a Margarito Duarte, y tal vez no hubiera pensado en él si no lo hubiera encontrado por casualidad. Yo estaba demasiado oprimido por los estragos del tiempo para pensar en nadie. Caía sin cesar una llovizna boba como de caldo tibio, la luz de diamante de otros tiempos se había vuelto turbia, y los lugares que habían sido míos y sustentaban mis nostalgias eran otros y ajenos (...).»
«Así era: nadie había oído hablar de él. Los árboles de la Villa Borghese estaban desgreñados bajo la lluvia, el galoppatoio de las princesas tristes había sido devorado por una maleza sin flores, y las bellas de antaño habían sido sustituidas por atletas andróginos travestidos de manolas. El único sobreviviente de una fauna extinguida era el viejo león, sarnoso y acatarrado, en su isla de aguas marchitas. Nadie cantaba ni se moría de amor en las tractorías plastificadas de la Plaza de España. Pues la Roma de nuestras nostalgias era ya otra Roma antigua dentro de la antigua Roma de los Césares.»
De «La Santa».
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