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Al leer este post me viene a mente el asunto del ma.chis.mo lingúístico y lo ridículo que a veces es esa lucha. Creo que sería interesante leer este fragmento de un artículo de Gabriel Márquez, quien trata este tema.
"Sólo personas de muy escasa inteligencia pueden estar en desacuerdo con el rechazo al ma.chis.mo social. En cuanto al ma.chismo lingüístico, buscar eliminarlo es importante y hasta necesario en casos muy específicos. Está muy bien, en atención a la precisión, que hayan entrado en el español los sustantivos femeninos presidenta, gerenta, concejala, médica y otros (SUENAN HORRIBLE*); o que, para comenzar un discurso, se diga “señoras y señores” o “colombianos y colombianas”. Pero tratar de eliminar a ultranza el ma.chismo en el lenguaje, usando cada vez el femenino junto con el mas.culino, hará caer en un deterioro de la elegancia del lenguaje y en expresiones que rayan en lo ridículo. Se vuelve empalagoso estar diciendo a cada rato, “los colombianos y las colombianas”, “los copartidarios y las copartidarias”, “los médicos y las médicas”, etc. ¿Por qué a las oradoras que repiten una y otra vez expresiones como las anteriores les oímos hablar sólo de “los corrup.tos” y “los la.drones”, y no de “los corruptos y las corruptas” o “los la.drones y las la.dronas”?
Para terminar, y más en broma que en serio, veamos cómo quedarían algunas de nuestras oraciones, si seguimos las desorientaciones de las antimachistas del lenguaje.
El padre.nuestro: “Ven.ga a nosotros y a nosotras tu reino”. “…así como nosotros y nosotras perdonamos a los que nos ofen.den y a las que nos ofen.den…”
El ave.maría: “Ruega por nosotros y nosotras, pe.cado.res y pe.ca.doras…” (Con la forma actual, parece que los únicos que pecamos somos los hombres).
El credo: “Creo en Dios Padre todo.po.deroso…” (¿Y quién dijo que Dios era de se.xo masculino?) “Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a las vivas, a los muertos y a las muertas”). “Creo en la comunión de los san.tos y de las san.tas”.
Finalmente, para quitar al himno antioqueño lo descaradamente machista, debería cantarse así: “…deja que aspiren mis hijos y mis hijas tus olorosas esencias.” ¿En qué queda la música?"
*EL COMENTARIO ES MÍO.
"Sólo personas de muy escasa inteligencia pueden estar en desacuerdo con el rechazo al ma.chis.mo social. En cuanto al ma.chismo lingüístico, buscar eliminarlo es importante y hasta necesario en casos muy específicos. Está muy bien, en atención a la precisión, que hayan entrado en el español los sustantivos femeninos presidenta, gerenta, concejala, médica y otros (SUENAN HORRIBLE*); o que, para comenzar un discurso, se diga “señoras y señores” o “colombianos y colombianas”. Pero tratar de eliminar a ultranza el ma.chismo en el lenguaje, usando cada vez el femenino junto con el mas.culino, hará caer en un deterioro de la elegancia del lenguaje y en expresiones que rayan en lo ridículo. Se vuelve empalagoso estar diciendo a cada rato, “los colombianos y las colombianas”, “los copartidarios y las copartidarias”, “los médicos y las médicas”, etc. ¿Por qué a las oradoras que repiten una y otra vez expresiones como las anteriores les oímos hablar sólo de “los corrup.tos” y “los la.drones”, y no de “los corruptos y las corruptas” o “los la.drones y las la.dronas”?
Para terminar, y más en broma que en serio, veamos cómo quedarían algunas de nuestras oraciones, si seguimos las desorientaciones de las antimachistas del lenguaje.
El padre.nuestro: “Ven.ga a nosotros y a nosotras tu reino”. “…así como nosotros y nosotras perdonamos a los que nos ofen.den y a las que nos ofen.den…”
El ave.maría: “Ruega por nosotros y nosotras, pe.cado.res y pe.ca.doras…” (Con la forma actual, parece que los únicos que pecamos somos los hombres).
El credo: “Creo en Dios Padre todo.po.deroso…” (¿Y quién dijo que Dios era de se.xo masculino?) “Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a las vivas, a los muertos y a las muertas”). “Creo en la comunión de los san.tos y de las san.tas”.
Finalmente, para quitar al himno antioqueño lo descaradamente machista, debería cantarse así: “…deja que aspiren mis hijos y mis hijas tus olorosas esencias.” ¿En qué queda la música?"
*EL COMENTARIO ES MÍO.
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2ª parte:
Y ahora, la pregunta: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son "periodistos"), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española ? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hace más ignorantes (a ellos y a sus seguidores).
Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto. Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el ma quini sto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino y, sobre todo, ¡el machisto!"
Y ahora, la pregunta: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son "periodistos"), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española ? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hace más ignorantes (a ellos y a sus seguidores).
Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto. Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el ma quini sto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino y, sobre todo, ¡el machisto!"
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me ha parecido gracioso e interesante:
"CONTRA LA TONTUNA LINGÜÍSTICA, UN POCO DE GRAMÁTICA BIEN EXPLICADA
Yo no soy víctima de la LOGSE. Tengo 50 años y he tenido la suerte de estudiar bajo unos planes educativos buenos, que primaban el esfuerzo y la formación de los alumnos por encima de las estadísticas de aprobados y de la propaganda política. En párvulos (así se llamaba entonces lo que hoy es "educación infantil", mire usted) empecé a estudiar con una cartilla que todavía recuerdo perfectamente: la A de "araña", la E de "elefante", la I de "iglesia" la O de "ojo" y la U de "uña". Luego, cuando eras un poco más mayor, llegaba "El Parvulito", un librito con poco más de 100 páginas y un montón de lecturas, no como ahora, que pagas por tres tomos llenos de dibujos que apenas traen texto. Eso sí, en el Parvulito, no había que colorear ninguna página, que para eso teníamos cuadernos.
Pero, sobre todo, aprendí a hablar y a escribir con corrección. Aprendí a amar nuestra lengua, nuestra historia y nuestra cultura.
Y... vamos con la Gramática.
En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente". ¿Cuál es el del verbo ser? Es "ente", que significa "el que tiene entidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación "-nte".
Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.
De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no “pacienta"; "dirigente", no dirigenta"; "residente", no "residenta”.
"CONTRA LA TONTUNA LINGÜÍSTICA, UN POCO DE GRAMÁTICA BIEN EXPLICADA
Yo no soy víctima de la LOGSE. Tengo 50 años y he tenido la suerte de estudiar bajo unos planes educativos buenos, que primaban el esfuerzo y la formación de los alumnos por encima de las estadísticas de aprobados y de la propaganda política. En párvulos (así se llamaba entonces lo que hoy es "educación infantil", mire usted) empecé a estudiar con una cartilla que todavía recuerdo perfectamente: la A de "araña", la E de "elefante", la I de "iglesia" la O de "ojo" y la U de "uña". Luego, cuando eras un poco más mayor, llegaba "El Parvulito", un librito con poco más de 100 páginas y un montón de lecturas, no como ahora, que pagas por tres tomos llenos de dibujos que apenas traen texto. Eso sí, en el Parvulito, no había que colorear ninguna página, que para eso teníamos cuadernos.
Pero, sobre todo, aprendí a hablar y a escribir con corrección. Aprendí a amar nuestra lengua, nuestra historia y nuestra cultura.
Y... vamos con la Gramática.
En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente". ¿Cuál es el del verbo ser? Es "ente", que significa "el que tiene entidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación "-nte".
Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.
De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no “pacienta"; "dirigente", no dirigenta"; "residente", no "residenta”.
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No hay tal maestro como Fray Ejemplo.
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"Así está el panorama":
las "frases" utilizadas por los niños con mayor frecuencia en cualquier parquecito infantil (en España):
"¡Quita!"
"¿Me lo dejas?"
las "frases" utilizadas por los niños con mayor frecuencia en cualquier parquecito infantil (en España):
"¡Quita!"
"¿Me lo dejas?"
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Así está el panorama: por un lado profesionales de las relaciones públicas y el protocolo, cuyas buenas maneras y habilidades sociales se les suponen, que no dan los buenos días cuando se cruzan con sus antaño homólogos, no apagan el móvil en un concierto, redactan invitaciones dando puntapiés a la gramática, o se arrojan al mar tenebroso de la crispación, por poner algunos ejemplos. En el otro, "niñatos de tres al cuarto" que te empujan a la salida del tranvía, cuyos padres se sienten impotentes ante esta hornada de descastados, descarados y descarriados, que esgrimen como argumento a su vándalo comportamiento, la búsqueda de su identidad social. Y por último, aparecen colectivos y corporaciones -empresariales, públicas y políticas- que cierran filas en torno al encantador de serpientes de turno, al eterno adulador que se jacta de contactos y apabulla con las cuatro "marías" de sus conocimientos al respetable, utilizando incluso su privilegiada posición para menesteres que nada tienen que ver con su cargo. Tales comportamientos a más de uno les ha costado el puesto de trabajo, ya que en el oficio es importante la discreción, el servir a derecha e izquierda, el no posicionarse, el mantener, en resumen, las formas. Pero, sobre el tener paciencia, pues ya se sabe que en el país de los ciegos, un tuerto es el rey, pero a los reyes se les destrona y a los ciegos muchas veces un milagro les devuelve la vista, es cuestión, simplemente, de tiempo.
Очень полезная страница для тех, кто хочет правильно и хорошо научиться говорить на испанском языке. Основное преимущество заключается в том, что вы также можете прослушивать написанный текст. Честно говоря я и сам уже позабыл некоторые произносимые там словечки и фразы, а некоторые даже и не знал. Так что дерзайте, друзья мои, правильно говорить на любом языке ещё никому в этой жизни не мешало, а, совсем наоборот, лишь притягивало интерес окружающих его людей.
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Los que trabajamos de cara al público sabemos de la importancia de ser amables y parecer educados; seguimos insistiendo en dar los buenos días, en pedir las cosas por favor y en decir gracias. Pero para nuestra sorpresa, cada vez es más frecuente que los propios compañeros de oficio, ocupados en otros menesteres, se muestren contaminados por la rudeza, relajando su disciplina cortés y dejando a las claras su mala educación, la cual choca de frente con la actitud gentil, con la encomiable tenacidad que caracteriza al profesional del protocolo y las relaciones públicas, a la hora de desasnar al españolito que precisa de un cursillo acelerado de educación cívica. Es lo que tiene el poder, que convierte a algunos "don nadie" -de naturaleza sibilina- en tordos, en ejemplos de maldicientes que se preocupan que no medren los de su oficio, mostrándose ante la posible valía de sus iguales inseguros, por lo que abusan de la sonrisa melindre para enmarcar las falacias que tejen en torno a sus víctimas.
En no sé qué momento de nuestra reciente historia se llegó a la tácita conclusión de que ser educado era una rémora, una práctica vetusta e incluso un poco de "derechas"
En no sé qué momento de nuestra reciente historia se llegó a la tácita conclusión de que ser educado era una rémora, una práctica vetusta e incluso un poco de "derechas". Hoy, todos esos usos corteses, esas convenciones amables que las sociedades fueron construyendo a lo largo de los siglos, para facilitar la convivencia, parecen haber desaparecido de España, barridas por el huracán del desarrollo económico y de una supuesta modernización de las costumbres, tanto que no resulta sorprendente que nos hayamos convertido en los últimos años en un pueblo áspero y zafio, porque, en mi infancia, a los niños se nos enseñaba todavía a saludar, a dar las gracias, a ceder el asiento en el autobús a las embarazadas, a respetar a los demás, a sostener la puerta para dejar pasar a un incapacitado, por ejemplo. Hoy, es bastante raro que un muchacho levante sus posaderas del asiento para ofrecerle el sitio a la ancianita más achacosa y temblorosa que imaginarse pueda, pero si que es común ver a una madre cargada hasta las cejas de paquetes, caminando por una acera estrecha, y flanqueada por el gamberro de su hijo adolescente, un grandullón de pantalones caídos y gorra con la visera hacia atrás, que va tocándose las narices con las manos vacías.
En no sé qué momento de nuestra reciente historia se llegó a la tácita conclusión de que ser educado era una rémora, una práctica vetusta e incluso un poco de "derechas"
En no sé qué momento de nuestra reciente historia se llegó a la tácita conclusión de que ser educado era una rémora, una práctica vetusta e incluso un poco de "derechas". Hoy, todos esos usos corteses, esas convenciones amables que las sociedades fueron construyendo a lo largo de los siglos, para facilitar la convivencia, parecen haber desaparecido de España, barridas por el huracán del desarrollo económico y de una supuesta modernización de las costumbres, tanto que no resulta sorprendente que nos hayamos convertido en los últimos años en un pueblo áspero y zafio, porque, en mi infancia, a los niños se nos enseñaba todavía a saludar, a dar las gracias, a ceder el asiento en el autobús a las embarazadas, a respetar a los demás, a sostener la puerta para dejar pasar a un incapacitado, por ejemplo. Hoy, es bastante raro que un muchacho levante sus posaderas del asiento para ofrecerle el sitio a la ancianita más achacosa y temblorosa que imaginarse pueda, pero si que es común ver a una madre cargada hasta las cejas de paquetes, caminando por una acera estrecha, y flanqueada por el gamberro de su hijo adolescente, un grandullón de pantalones caídos y gorra con la visera hacia atrás, que va tocándose las narices con las manos vacías.
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Me temo que defender los buenos modales, como hago en este artículo, puede parecerles a muchos una reivindicación casposa y obsoleta, pero si añado que el tema me lo inspiran algunos de los que se dicen profesionales y empresarios del protocolo y las relaciones públicas, que para desgracia del oficio se han etiquetado políticamente y sientan cátedra en su ámbito de actuación, en base más a su experiencia que a su conocimiento académico, el asunto puede despertar el interés del lector, que intentará poner nombre y apellidos al retratado. Pero no se cansen, son tantos los ejemplos que probablemente cada uno de ustedes tendrá su maleducado y maldiciente particular. Hombre o mujer, da lo mismo, es una cuestión para la que hay igualdad de sekcios.
De siempre se ha dicho que el español tenía modales de bárbaro. Aún peor: se ha considerado la grosería como un rasgo idiosincrásico y hasta cierto punto un motivo de orgullo y, por desgracia, abundan los "de pelo en pecho", esos que gustan de alardear de ser muy "machos", ásperos pero auténticos, de los que no se andan por las ramas y dejan a un lado la cursilería, interpretando ésta como el amaneramiento de las formas, cuando en realidad nos estamos refiriendo pura y simplemente a educación. Los buenos modales son una especie de gramática social que nos enseña el lenguaje del respeto y de la ayuda mutua. Alguien cortés es alguien capaz de ponerse en el lugar del otro.
De siempre se ha dicho que el español tenía modales de bárbaro. Aún peor: se ha considerado la grosería como un rasgo idiosincrásico y hasta cierto punto un motivo de orgullo y, por desgracia, abundan los "de pelo en pecho", esos que gustan de alardear de ser muy "machos", ásperos pero auténticos, de los que no se andan por las ramas y dejan a un lado la cursilería, interpretando ésta como el amaneramiento de las formas, cuando en realidad nos estamos refiriendo pura y simplemente a educación. Los buenos modales son una especie de gramática social que nos enseña el lenguaje del respeto y de la ayuda mutua. Alguien cortés es alguien capaz de ponerse en el lugar del otro.
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Donde más se percibe una cierta degradación de las costumbres en la sociedad actual es en la pérdida de las formas.
Las formas sociales, de urbanidad y civismo, son la seña de buena educación y regulan las relaciones con los otros, dentro y fuera del ámbito privado. La cortesía, la exquisitez en el trato, las buenas maneras no son solo el esnobismo de un dandismo pasado de moda, una cuestión de etiqueta o urbanidad, sino que dentro de las formas se encierra todo un espíritu, un estado de ánimo, una tradición y una sabiduría.
Los alumnos no tratan a sus profesores y maestros con respeto, no se dirigen a ellos hablándoles de usted, no prestan atención cuando hablan, ni guardan silencio. Del mismo modo los jóvenes no saben cómo comportarse cuando van a comer fuera con sus padres. Son incapaces de permanecer bien sentados, escuchando, participando de la conversación de sus mayores. Se muestra de igual modo en los servicios religiosos de cualquier confesión: la gente asiste sin guardar el debido recogimiento, con las piernas cruzadas, los jóvenes corriendo o saltando, gritando como si estuvieran en el patio de la escuela.
"Los alumnos no tratan a sus profesores y maestros con respeto, no se dirigen a ellos hablándoles de usted"
Lo mismo percibimos en los camareros o personal de hoteles, restaurantes o demás servicios. Hablan en voz alta, no guardan las formas, te tutean e interpelan no como si fueras un cliente sino como si te conocieran de toda la vida.
Esta pérdida de las buenas maneras, de las formas, se percibe en todos los niveles y estratos sociales, en todas las profesiones y en todos los órdenes. La culpa de ello lo tiene la mala educación, el ejemplo denigrante de los lamentables programas de televisión (telebasura antes y "teleporquería" ahora), la pésima imagen de políticos y gobernantes (incapaces de escucharse, de cederse la palabra, de tratarse con cortesía). De ahí que nadie se preocupe ya por recuperar la urbanidad, el trato cortés y delicado, las buenas maneras. La consecuencia es que dichas normas evitaban las heridas, la indelicadeza, las ofensas continuas, la violencia en el trato cotidiano. Nuestra sociedad se ha vuelto ahora más airada, impaciente y violenta. Todos hieren y se sienten heridos; todos se rebajan unos a otros en el trato.
Si realmente queremos provocar un cambio, en estos momentos de incertidumbre, angustia y crisis, empecemos por recuperar las formas y las buenas maneras, la buena educación.
A lo mejor, si recuperamos las formas, recuperaremos con ello el espíritu que las informaba, y nos sentiremos mejor en la convivencia con nuestros congéneres, con los que comparten nuestro destino y nuestra vida.
Las formas sociales, de urbanidad y civismo, son la seña de buena educación y regulan las relaciones con los otros, dentro y fuera del ámbito privado. La cortesía, la exquisitez en el trato, las buenas maneras no son solo el esnobismo de un dandismo pasado de moda, una cuestión de etiqueta o urbanidad, sino que dentro de las formas se encierra todo un espíritu, un estado de ánimo, una tradición y una sabiduría.
Los alumnos no tratan a sus profesores y maestros con respeto, no se dirigen a ellos hablándoles de usted, no prestan atención cuando hablan, ni guardan silencio. Del mismo modo los jóvenes no saben cómo comportarse cuando van a comer fuera con sus padres. Son incapaces de permanecer bien sentados, escuchando, participando de la conversación de sus mayores. Se muestra de igual modo en los servicios religiosos de cualquier confesión: la gente asiste sin guardar el debido recogimiento, con las piernas cruzadas, los jóvenes corriendo o saltando, gritando como si estuvieran en el patio de la escuela.
"Los alumnos no tratan a sus profesores y maestros con respeto, no se dirigen a ellos hablándoles de usted"
Lo mismo percibimos en los camareros o personal de hoteles, restaurantes o demás servicios. Hablan en voz alta, no guardan las formas, te tutean e interpelan no como si fueras un cliente sino como si te conocieran de toda la vida.
Esta pérdida de las buenas maneras, de las formas, se percibe en todos los niveles y estratos sociales, en todas las profesiones y en todos los órdenes. La culpa de ello lo tiene la mala educación, el ejemplo denigrante de los lamentables programas de televisión (telebasura antes y "teleporquería" ahora), la pésima imagen de políticos y gobernantes (incapaces de escucharse, de cederse la palabra, de tratarse con cortesía). De ahí que nadie se preocupe ya por recuperar la urbanidad, el trato cortés y delicado, las buenas maneras. La consecuencia es que dichas normas evitaban las heridas, la indelicadeza, las ofensas continuas, la violencia en el trato cotidiano. Nuestra sociedad se ha vuelto ahora más airada, impaciente y violenta. Todos hieren y se sienten heridos; todos se rebajan unos a otros en el trato.
Si realmente queremos provocar un cambio, en estos momentos de incertidumbre, angustia y crisis, empecemos por recuperar las formas y las buenas maneras, la buena educación.
A lo mejor, si recuperamos las formas, recuperaremos con ello el espíritu que las informaba, y nos sentiremos mejor en la convivencia con nuestros congéneres, con los que comparten nuestro destino y nuestra vida.
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