Encuentro del cristiano con el ateo o agnóstico
(Ramon Rosal)
Ramon Rosal
Los agentes de pastoral –en sentido lato, todos los cristianos- laicos, clérigos o religiosos, se vienen encontrando en forma creciente, tras la situación de libertad religiosa, ante personas agnósticas, ateas o indiferentes. Estos encuentros los pueden experimentar tanto en las diversas áreas de la vida civil, como en los ámbitos eclesiales. En el primer caso me refiero a las áreas de la vida familiar, el trabajo profesional, las actividades ciudadanas culturales o políticas, las experiencias del tiempo libre, etcétera. En el segundo caso me refiero a situaciones de la vida parroquial o de otros ámbitos eclesiales.
Lentamente se va superando en nuestro país la percepción distorsionada entre cristianos de una parte y ateos y agnósticos de otra. Va disminuyendo el prejuicio, por parte de éstos últimos, de que los católicos acostumbran a ser personas más bien pueriles, demasiado dependientes de introyecciones de la infancia, muy escasas entre las personas cultas y científicas. Asimismo va disminuyendo, por parte de los católicos, el prejuicio de que un ateo difícilmente puede ser una persona de alto nivel ético, con altura de miras; y cuyo ateísmo es siempre causado por su comodidad o superficialidad (prejuicio que parece tender a aplicarse más ahora a los católicos). El agente de pastoral eficiente deberá estar exento de tales prejuicios y, al mismo tiempo, tolerará con paciencia las percepciones estereotipadas todavía presentes en parte de los otros no cristianos.
En los cinco capítulos de este libro pretendo, como objetivo ayudar al lector cristiano a que logre su aspiración a vivir satisfactoriamente sus posibles encuentros con personas agnósticas, ateas o indiferentes (sea en sus actividades en el mundo, o en ámbitos eclesiales). Asimismo ayudarle a que, a través de estos encuentros, pueda también llevar a cabo su vocación evangelizadora, cuando se hayan compartido previamente –con el familiar, amigo o compañero no cristiano- experiencias o inquietudes con consecuencias humanizadoras.
Lentamente se va superando en nuestro país la percepción distorsionada entre cristianos de una parte y ateos y agnósticos de otra. Va disminuyendo el prejuicio, por parte de éstos últimos, de que los católicos acostumbran a ser personas más bien pueriles, demasiado dependientes de introyecciones de la infancia, muy escasas entre las personas cultas y científicas. Asimismo va disminuyendo, por parte de los católicos, el prejuicio de que un ateo difícilmente puede ser una persona de alto nivel ético, con altura de miras; y cuyo ateísmo es siempre causado por su comodidad o superficialidad (prejuicio que parece tender a aplicarse más ahora a los católicos). El agente de pastoral eficiente deberá estar exento de tales prejuicios y, al mismo tiempo, tolerará con paciencia las percepciones estereotipadas todavía presentes en parte de los otros no cristianos.
En los cinco capítulos de este libro pretendo, como objetivo ayudar al lector cristiano a que logre su aspiración a vivir satisfactoriamente sus posibles encuentros con personas agnósticas, ateas o indiferentes (sea en sus actividades en el mundo, o en ámbitos eclesiales). Asimismo ayudarle a que, a través de estos encuentros, pueda también llevar a cabo su vocación evangelizadora, cuando se hayan compartido previamente –con el familiar, amigo o compañero no cristiano- experiencias o inquietudes con consecuencias humanizadoras.
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