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"En el marco del 36 Festival de Cine Iberoamericano de Huelva se ha estrenado en primicia la segunda película del actor y director Carlos Iglesias. Desgraciadamente la gente sólo conoce a Iglesias por dos cosas: dar vida a un personaje televisivo llamado Pepelu, y protagonizar junto con Angel de Andrés la serie de televisión “Manos a la obra” durante tres exitosos años. La película se titula “¡Ispansi! (españoles)”, y recrea la historia de los niños que la República española envió a Rusia para evitar la Guerra Civil y se encontraron de pleno con la II Guerra Mundial.
El propio director ha comentado que, ” sin ser Pepelu o Benito no hubiera podido hacer proyectos tan grandes como “Ispansi”. Lo que nadie conoce de Iglesias es que con su primera película “Un franco,14 pesetas” (2006), puso su nombre en las agendas de muchos productores, porque realizó un trabajo bien hecho, sensible con el momento que reflejaba el film y con conocimiento de causa. El film se centraba en la historia de dos emigrantes españoles en Suiza y las penurias que tuvieron que pasar para poder sobrevivir. El propio Iglesias es hijo de emigrantes, por lo que se nota esa especial sensibilidad que destila el film.
Así pues, “Ispansi”, que significa “españoles” en ruso, vuelve a abordar el tema de los españoles que tuvieron que emigrar para sobrevivir, en algunos casos económicamente, y en otros personalmente. Básicamente y para no descubrir mucho sobre la película, ésta nos muestra a Paula, una mujer, interpretada por Esther Regina (El cónsul de sodoma,2009), acaudalada hija de familia de derechas y un comisario político del Partido Comunista de España, Álvaro, interpretado por el propio director. Ambos lucharan, dejando aparte ideales políticos, por una sola cosa: salvar un convoy repleto de niños españoles que huyen dirección Stalingrado de la llegada de las tropas de Hitler.
Junto con los dos actores antes mencionados, también participan en la película, Isabel Blanco (Agallas, 2009), Isabel Stoffel (La mujer sin piano,2009) y unos 800 niños españoles hijos de tercera generación de emigrantes, que rodaron en Suiza, simulando Rusia, con temperaturas extremas bajo cero.
A Carlos Iglesias le gustaría realizar una tercera y última película que se centre nuevamente en la emigración. Esa es la intención,siempre y cuando “Ispansi” funcione. Iglesias ha comentado que sería una comedia."
El propio director ha comentado que, ” sin ser Pepelu o Benito no hubiera podido hacer proyectos tan grandes como “Ispansi”. Lo que nadie conoce de Iglesias es que con su primera película “Un franco,14 pesetas” (2006), puso su nombre en las agendas de muchos productores, porque realizó un trabajo bien hecho, sensible con el momento que reflejaba el film y con conocimiento de causa. El film se centraba en la historia de dos emigrantes españoles en Suiza y las penurias que tuvieron que pasar para poder sobrevivir. El propio Iglesias es hijo de emigrantes, por lo que se nota esa especial sensibilidad que destila el film.
Así pues, “Ispansi”, que significa “españoles” en ruso, vuelve a abordar el tema de los españoles que tuvieron que emigrar para sobrevivir, en algunos casos económicamente, y en otros personalmente. Básicamente y para no descubrir mucho sobre la película, ésta nos muestra a Paula, una mujer, interpretada por Esther Regina (El cónsul de sodoma,2009), acaudalada hija de familia de derechas y un comisario político del Partido Comunista de España, Álvaro, interpretado por el propio director. Ambos lucharan, dejando aparte ideales políticos, por una sola cosa: salvar un convoy repleto de niños españoles que huyen dirección Stalingrado de la llegada de las tropas de Hitler.
Junto con los dos actores antes mencionados, también participan en la película, Isabel Blanco (Agallas, 2009), Isabel Stoffel (La mujer sin piano,2009) y unos 800 niños españoles hijos de tercera generación de emigrantes, que rodaron en Suiza, simulando Rusia, con temperaturas extremas bajo cero.
A Carlos Iglesias le gustaría realizar una tercera y última película que se centre nuevamente en la emigración. Esa es la intención,siempre y cuando “Ispansi” funcione. Iglesias ha comentado que sería una comedia."
El traje nuevo del Emperador
por Hans Christian Andersen
Hace muchos años vivía un Emperador que gastaba todas sus rentas en lucir siempre trajes nuevos. Tenía un traje para cada hora de día. La ciudad en que vivía el Emperador era muy movida y alegre. Todos los días llegaban tejedores de todas las partes del mundo para tejer los trajes más maravillosos para el Emperador.
Un día se presentaron dos bandidos que se hacían pasar por tejedores, asegurando tejer las telas más hermosas, con colores y dibujos originales. El Emperador quedó fascinado e inmediatamente entregó a los dos bandidos un buen adelanto en metálico para que se pusieran manos a la obra cuanto antes. Los ladrones montaron un telar y simularon que trabajaban. Y mientras tanto, se suministraban de las sedas más finas y del oro de mejor calidad.
Pero el Emperador, ansioso por ver las telas, envió el viejo y digno ministro a la sala ocupada por los dos supuestos tejedores. Al entrar en el cuarto, el ministro se llevó un buen susto “¡Dios nos ampare! ¡Pero si no veo nada!”. Pero no soltó palabra. Los dos bandidos le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos los colores y los dibujos. Le señalaban el telar vacío y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, sin ver nada. Pero los bandidos insistían: “¿No dices nada del tejido? El hombre, asustado, acabó por decir que le parecía todo muy bonito, maravilloso y que diría al Emperador que le había gustado todo. Y así lo hizo.
Los estafadores pidieron más dinero, más oro, y así lo hicieron. Poco después el Emperador envió otro ministro para inspeccionar el trabajo de los dos bandidos. Y le ocurrió lo mismo que al primero. Pero salió igual de convencido de que había algo, de que el trabajo era formidable. El Emperador quiso ver la maravilla con sus propios ojos. Seguido por su comitiva, se encaminó a la casa de los estafadores. Al entrar no vio nada. Los bandidos le preguntaron sobre el admirable trabajo y el Emperador pensó: “¡Como! Yo no veo nada. Eso es terrible. ¿Seré tonto o acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso”. Con miedo de perder su cargo, el emperador dijo: - Oh, sí, es muy bonita. Me gusta mucho. La apruebo. Todos de su séquito le miraban y remiraban. Y no entendían al Emperador que no se cansaba de lanzar elogios a los trajes y a las telas. Y se propuso a estrenar los vestidos en la próxima procesión.
El Emperador condecoró a cada uno de los bribones y los nombró tejedores imperiales. Sin ver nada, el Emperador probó los trajes, delante del espejo. Los probó y los reprobó, sin ver nada de nada. Y todos exclamaban: “¡Qué bien le sienta! ¡Es un traje precioso!”. Fuera, la procesión lo esperaba. Y el Emperador salió y desfiló por las calles del pueblo sin llevar ningún traje. Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz o por estúpido, hasta que exclamó de pronto un niño: - ¡Pero si no lleva nada! - ¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! Dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño. - ¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada! - ¡Pero si no lleva nada! – gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al Emperador, pues sospechaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: “Hay que aguantar hasta el fin”. Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.
por Hans Christian Andersen
Hace muchos años vivía un Emperador que gastaba todas sus rentas en lucir siempre trajes nuevos. Tenía un traje para cada hora de día. La ciudad en que vivía el Emperador era muy movida y alegre. Todos los días llegaban tejedores de todas las partes del mundo para tejer los trajes más maravillosos para el Emperador.
Un día se presentaron dos bandidos que se hacían pasar por tejedores, asegurando tejer las telas más hermosas, con colores y dibujos originales. El Emperador quedó fascinado e inmediatamente entregó a los dos bandidos un buen adelanto en metálico para que se pusieran manos a la obra cuanto antes. Los ladrones montaron un telar y simularon que trabajaban. Y mientras tanto, se suministraban de las sedas más finas y del oro de mejor calidad.
Pero el Emperador, ansioso por ver las telas, envió el viejo y digno ministro a la sala ocupada por los dos supuestos tejedores. Al entrar en el cuarto, el ministro se llevó un buen susto “¡Dios nos ampare! ¡Pero si no veo nada!”. Pero no soltó palabra. Los dos bandidos le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos los colores y los dibujos. Le señalaban el telar vacío y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, sin ver nada. Pero los bandidos insistían: “¿No dices nada del tejido? El hombre, asustado, acabó por decir que le parecía todo muy bonito, maravilloso y que diría al Emperador que le había gustado todo. Y así lo hizo.
Los estafadores pidieron más dinero, más oro, y así lo hicieron. Poco después el Emperador envió otro ministro para inspeccionar el trabajo de los dos bandidos. Y le ocurrió lo mismo que al primero. Pero salió igual de convencido de que había algo, de que el trabajo era formidable. El Emperador quiso ver la maravilla con sus propios ojos. Seguido por su comitiva, se encaminó a la casa de los estafadores. Al entrar no vio nada. Los bandidos le preguntaron sobre el admirable trabajo y el Emperador pensó: “¡Como! Yo no veo nada. Eso es terrible. ¿Seré tonto o acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso”. Con miedo de perder su cargo, el emperador dijo: - Oh, sí, es muy bonita. Me gusta mucho. La apruebo. Todos de su séquito le miraban y remiraban. Y no entendían al Emperador que no se cansaba de lanzar elogios a los trajes y a las telas. Y se propuso a estrenar los vestidos en la próxima procesión.
El Emperador condecoró a cada uno de los bribones y los nombró tejedores imperiales. Sin ver nada, el Emperador probó los trajes, delante del espejo. Los probó y los reprobó, sin ver nada de nada. Y todos exclamaban: “¡Qué bien le sienta! ¡Es un traje precioso!”. Fuera, la procesión lo esperaba. Y el Emperador salió y desfiló por las calles del pueblo sin llevar ningún traje. Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz o por estúpido, hasta que exclamó de pronto un niño: - ¡Pero si no lleva nada! - ¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! Dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño. - ¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada! - ¡Pero si no lleva nada! – gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al Emperador, pues sospechaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: “Hay que aguantar hasta el fin”. Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.
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