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En el siglo IV, un trozo de capa (capella, en latín) dio origen a esta frase. La prenda pertenecía a un soldado llamado Martín, nacido en Europa Central en el año 330. Se hallaba con las legiones romanas asentadas en Galia, cuando un día de pleno invierno le salió al paso un mendigo semidesnudo. Martín partió en dos su capote militar y le cedió la mitad. Esa noche vio en sueños a Jesús llevando la media capa. La visión lo indujo a abrazar la fe católica y tomar los hábitos. El ex soldado llegó a obispo. Fue canonizado como San Martín de Tours, y su trozo de capa fue conservado como reliquia en un santuario erigido a tal fin. El sitio, que fue la primera capilla, da nombre ahora a muchos oratorios que no alcanzan la jerarquía de iglesia. O bien, a ciertas iglesias que se alzan en instituciones o lugares privados y que por lo general son muy pequeñas. Parece ser que la expresión "estar en capilla" nació en las prisiones y se aplica al reo en la noche que precede a su ejecución. Vale también para cualquiera que se halla a punto de afrontar un trance difícil pues se halla pendiente del destino y a merced de sus ruegos como el condenado a muerte en la capilla.
La Mejor Borrachera
Un hombre despertó una mañana con una tremenda resaca. La noche anterior se había pegado una juerga fuera de casa y bebió como un loco, ni siquiera se acordaba de como había conseguido regresar a su casa... Con un dolor de cabeza lacerante y terrible, dolor en todos los músculos del cuerpo, la garganta reseca, la boca con sabor a cobre...
El hombre tenía miedo de abrir los ojos pues lo que le esperaba, seguro, era una grandísima bronca de su mujer. Abrió los ojos como pudo y lo que vio lo dejó loco. Sobre la mesita de noche estaba una heladera llena de cubitos de hielo con un par de cervezas bien frías. A su lado, había un par de Almax y un vaso de agua, sobre el vaso de agua esta un sobrecito perfumado.
El tipo anonadado abrió el sobre y en su interior halló un recado de su mujer que decía:
- Amor mío, vida de mi vida: Perdona que no esté aquí para atenderte... salí un momento pero regreso en un momento para estar contigo. Te he dejado estas cosas sobre la mesita para que alivies el malestar que quizá sientas después de la borrachera de anoche. Te he preparado un caldo como a ti te gusta y que te espera en el comedor. Le pedí a nuestro hijo que te lo sirva y que esté pendiente de ti. Te dejo un beso con todo mi amor. Tu esposa que te adora.
El hombre no daba crédito a lo que acababa de leer. Bebió con deleite las dos cervezas bien frías, se bañó, se vistió y bajó al comedor. Ahí en efecto lo esperaba su hijo que lo saludó con cariño y le sirvió el caldo preparado por su madre. Se lo comió en silencio y el asombrado padre pensó...
- ¿Qué esta sucediendo?, ¿Estaría soñando?... ¿Es ésta una ilusión provocada por la borrachera?...
Entonces se atrevió a preguntar con timidez...
- ¿Que pasó anoche hijo mio?
El hijo le contestó:
- Llegaste a las 3 de la mañana y venías en completo estado de ebriedad, chocaste el coche con la puerta del garaje, le diste una patada al gato, vomitaste en la sala y arruinaste la alfombra que mamá acababa de comprar, te measte en la televisión, por último, te caíste en la escalera y ahí quedaste, sin sentido. Tuvo que despertarme mamá para ayudarte a llevarte a la cama.
El padre contesta:
-Entonces... ¿Porque todo esto?, ¿Por qué las cervecitas y el amoroso mensaje?, ¿Por qué el tremendo caldo y todas estas finas atenciones?
El muchacho responde:
- Porque mamá te iba a desvestir en la cama y cuando empezó a bajarte los pantalones tu dijiste: -¡¡¡QUIETA PERRA!!! ¡¡¡QUE ESTOY CASADO!!!
MORALEJA DE LA HISTORIA:
1 caja de Almax: 5?
2 Cervezas frías : 5?
Caldito: 10?
Decir las palabras correctas en el momento preciso... NO TIENE PRECIO
El hombre tenía miedo de abrir los ojos pues lo que le esperaba, seguro, era una grandísima bronca de su mujer. Abrió los ojos como pudo y lo que vio lo dejó loco. Sobre la mesita de noche estaba una heladera llena de cubitos de hielo con un par de cervezas bien frías. A su lado, había un par de Almax y un vaso de agua, sobre el vaso de agua esta un sobrecito perfumado.
El tipo anonadado abrió el sobre y en su interior halló un recado de su mujer que decía:
- Amor mío, vida de mi vida: Perdona que no esté aquí para atenderte... salí un momento pero regreso en un momento para estar contigo. Te he dejado estas cosas sobre la mesita para que alivies el malestar que quizá sientas después de la borrachera de anoche. Te he preparado un caldo como a ti te gusta y que te espera en el comedor. Le pedí a nuestro hijo que te lo sirva y que esté pendiente de ti. Te dejo un beso con todo mi amor. Tu esposa que te adora.
El hombre no daba crédito a lo que acababa de leer. Bebió con deleite las dos cervezas bien frías, se bañó, se vistió y bajó al comedor. Ahí en efecto lo esperaba su hijo que lo saludó con cariño y le sirvió el caldo preparado por su madre. Se lo comió en silencio y el asombrado padre pensó...
- ¿Qué esta sucediendo?, ¿Estaría soñando?... ¿Es ésta una ilusión provocada por la borrachera?...
Entonces se atrevió a preguntar con timidez...
- ¿Que pasó anoche hijo mio?
El hijo le contestó:
- Llegaste a las 3 de la mañana y venías en completo estado de ebriedad, chocaste el coche con la puerta del garaje, le diste una patada al gato, vomitaste en la sala y arruinaste la alfombra que mamá acababa de comprar, te measte en la televisión, por último, te caíste en la escalera y ahí quedaste, sin sentido. Tuvo que despertarme mamá para ayudarte a llevarte a la cama.
El padre contesta:
-Entonces... ¿Porque todo esto?, ¿Por qué las cervecitas y el amoroso mensaje?, ¿Por qué el tremendo caldo y todas estas finas atenciones?
El muchacho responde:
- Porque mamá te iba a desvestir en la cama y cuando empezó a bajarte los pantalones tu dijiste: -¡¡¡QUIETA PERRA!!! ¡¡¡QUE ESTOY CASADO!!!
MORALEJA DE LA HISTORIA:
1 caja de Almax: 5?
2 Cervezas frías : 5?
Caldito: 10?
Decir las palabras correctas en el momento preciso... NO TIENE PRECIO
Cómo evitar ser necio?
«Nos encontramos, pues, con la misma diferencia que eternamente existe entre el tonto y el perspicaz. El perspicaz se sorprende a sí mismo siempre a dos dedos de ser tonto; por ello hace un esfuerzo para escapar a la inminente tontería, y en ese esfuerzo consiste la inteligencia».
«El tonto, en cambio, no se sospecha a sí mismo: se parece sensatísimo, y de ahí la envidiable tranquilidad con que el necio se instala en su propia torpeza. Como esos insectos que no hay manera de extraer fuera del orificio en que habitan, no hay modo de desalojar al tonto de su tontería, llevarle de paseo un rato más allá de su ceguera y obligarle a que contraste su torpe visión habitual con otros modos de ver más sutiles».
«El tonto es vitalicio y sin poros. Por eso decía Anatole France que un necio es mucho más funesto que un malvado. Porque el malvado descansa algunas veces; el necio jamás».
Estas reflexiones de Ortega y Gasset resultan muy interesantes para todos, porque todos tenemos algo de necedad, y sobre todo porque sólo demostramos ser inteligentes cuando sabemos advertirla y escapar de ella con normalidad. Nos manifestamos inteligentes precisamente cuando advertimos que con nuestras intuiciones totalmente previsibles, con nuestra aburrida reiteración de prejuicios y estereotipos, con nuestra incapacidad para cambiar de punto de vista sobre las personas o los asuntos, o con nuestro ridículo empeño en aparecer como personas más documentadas e inteligentes de lo que somos, lo que demostramos en realidad con todo eso es que no hemos advertido que estábamos a dos dedos de ser tontos, o que lo hemos advertido pero no hemos sabido parar a tiempo.
Muy inteligentes pero tontos de remate
Todos incubamos necedad, y quizá debemos seguir el consejo de Ortega y atrevernos a dar un paseo más allá de nuestras seguridades, esforzarnos por contrastar nuestra visión de las cosas con las de otras personas, a las que quizá hasta ahora hemos menospreciado sin molestarnos mucho en entenderlas.
Ser tonto no es tener mayor o menor coeficiente intelectual. Todos conocemos personas con un CI modesto pero con una enorme sensatez. Y personas supuestamente muy inteligentes pero tan engreídas que son verdaderamente tontas. Los tontos han llegado a serlo a base de repetir actuaciones en las que les ciega una vanidad tonta, una susceptibilidad necia, una suficiencia estúpida o una envidia torpe.
Todos tenemos limitaciones, y demostramos inteligencia al advertirlas y procurar aceptarlas y superarlas poco a poco. El tonto, en cambio, no las advierte, y si las advierte, intenta disimularlas a todo trance, y eso nunca sale bien.
Contra tontería veracidad
Para no hacer el tonto, lo primero es estar dispuestos a reconocer la verdad de las cosas. "No conozco otro modo de extirpar un defecto o un vicio personal que declararlo y ponerlo sobre la mesa de la sinceridad", escribió Gregorio Marañón. Si somos sinceros advertiremos que con demasiada frecuencia nos empeñamos en mantener nuestra opinión aunque sea manifiestamente mejorable, o queremos aparentar una seguridad que no tenemos y hacemos entonces el ridículo más espantoso, o estamos demasiado pendientes de nuestro rango y resultamos patéticos.
Ser tonto tiene mucho que ver con el prejuicio y el estereotipo, pues ambos son jubilaciones del esfuerzo por pensar. Enjuiciamos todo con arreglo a lo que nos cae bien, a nuestra intuición quizá un poco apolillada por manías y obstinaciones. Nos dejamos llevar por antojos intelectuales que conducen a la ofuscación y a la terquedad. Permitimos que las ideas fijas sustituyan al pensamiento abierto y libre. Perdemos así la lozanía mental y nos aproximamos paso a paso al problema de ser tonto.
«El tonto, en cambio, no se sospecha a sí mismo: se parece sensatísimo, y de ahí la envidiable tranquilidad con que el necio se instala en su propia torpeza. Como esos insectos que no hay manera de extraer fuera del orificio en que habitan, no hay modo de desalojar al tonto de su tontería, llevarle de paseo un rato más allá de su ceguera y obligarle a que contraste su torpe visión habitual con otros modos de ver más sutiles».
«El tonto es vitalicio y sin poros. Por eso decía Anatole France que un necio es mucho más funesto que un malvado. Porque el malvado descansa algunas veces; el necio jamás».
Estas reflexiones de Ortega y Gasset resultan muy interesantes para todos, porque todos tenemos algo de necedad, y sobre todo porque sólo demostramos ser inteligentes cuando sabemos advertirla y escapar de ella con normalidad. Nos manifestamos inteligentes precisamente cuando advertimos que con nuestras intuiciones totalmente previsibles, con nuestra aburrida reiteración de prejuicios y estereotipos, con nuestra incapacidad para cambiar de punto de vista sobre las personas o los asuntos, o con nuestro ridículo empeño en aparecer como personas más documentadas e inteligentes de lo que somos, lo que demostramos en realidad con todo eso es que no hemos advertido que estábamos a dos dedos de ser tontos, o que lo hemos advertido pero no hemos sabido parar a tiempo.
Muy inteligentes pero tontos de remate
Todos incubamos necedad, y quizá debemos seguir el consejo de Ortega y atrevernos a dar un paseo más allá de nuestras seguridades, esforzarnos por contrastar nuestra visión de las cosas con las de otras personas, a las que quizá hasta ahora hemos menospreciado sin molestarnos mucho en entenderlas.
Ser tonto no es tener mayor o menor coeficiente intelectual. Todos conocemos personas con un CI modesto pero con una enorme sensatez. Y personas supuestamente muy inteligentes pero tan engreídas que son verdaderamente tontas. Los tontos han llegado a serlo a base de repetir actuaciones en las que les ciega una vanidad tonta, una susceptibilidad necia, una suficiencia estúpida o una envidia torpe.
Todos tenemos limitaciones, y demostramos inteligencia al advertirlas y procurar aceptarlas y superarlas poco a poco. El tonto, en cambio, no las advierte, y si las advierte, intenta disimularlas a todo trance, y eso nunca sale bien.
Contra tontería veracidad
Para no hacer el tonto, lo primero es estar dispuestos a reconocer la verdad de las cosas. "No conozco otro modo de extirpar un defecto o un vicio personal que declararlo y ponerlo sobre la mesa de la sinceridad", escribió Gregorio Marañón. Si somos sinceros advertiremos que con demasiada frecuencia nos empeñamos en mantener nuestra opinión aunque sea manifiestamente mejorable, o queremos aparentar una seguridad que no tenemos y hacemos entonces el ridículo más espantoso, o estamos demasiado pendientes de nuestro rango y resultamos patéticos.
Ser tonto tiene mucho que ver con el prejuicio y el estereotipo, pues ambos son jubilaciones del esfuerzo por pensar. Enjuiciamos todo con arreglo a lo que nos cae bien, a nuestra intuición quizá un poco apolillada por manías y obstinaciones. Nos dejamos llevar por antojos intelectuales que conducen a la ofuscación y a la terquedad. Permitimos que las ideas fijas sustituyan al pensamiento abierto y libre. Perdemos así la lozanía mental y nos aproximamos paso a paso al problema de ser tonto.
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