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Mucha ropa que viene de China con etiqueta de "sintètica" en realidad es de PIEL DE PERRO, GATO, CONEJO o ALGÚN OTRO ANIMAL. Incluso hay muchos peluches que se venden en varios países cuyo material es piel de animal.
¿Cómo reconocer cuando una piel es natural?
Haya o no leyes sobre esta cuestión, tuya es la decisión de comprar productos con el SUFRIMIENTO de ANIMALES.
Pero ¿cómo podemos reconocer una piel natural de una artificial?
Existen cuatro formas básicas de "testear" la piel para saber si es natural o artificial:
1. PONDERARLA AL TACTO
Para ello, tenemos que tomar la piel y hacerla un rollito entre los dedos pulgar e índice. Con esta prueba, la piel natural se siente lisa y suave, y se desliza entre los dedos sin resistencia. Cuando la piel es artificial, se siente gruesa y tiesa.
2.PONDERARLA CON LA VISTA
Tomar un trozo de la piel y soplarla para que los pelos se dividan. Cuando la piel es natural, tiene varias capas de pelos más finos que forman una base densa que sostiene a los pelos más largos (los que sobresalen hacia fuera). Además la base es de cuero (piel, epidermis) natural. Cuando la piel es falsa, su estructura es más simple por lo que todos los pelos son de un largo y color similares.
3.PINCHARLA CON UN ALFILER
Tomar un alfiler y hundirlo hasta la base de la piel: cuando la piel es natural el cuero se resiste a ser agujereado y es difícil de traspasar. Cuando la piel es artificial el alfiler pasa fácilmente hacia el otro lado.
4.QUEMAR ALGUNOS PELOS
Tomar delicadamente algunos pelos de la piel y ponerlos en una llama de mechero. Si la piel es natural, se chamuscará y despedirá un olor similar al de pelo humano quemado. Si la piel es artificial, se derretirá y olerá como plástico quemado. Además formará pequeñas bolitas que se sienten duras al tacto.
Con estas cuatro simples pruebas, tú como consumidor responsable, podrás decidir si seguir fomentando la CRUEL Y SANGRIENTA INDUSTRIA PELETERA o si por el contrario, decidirás por otro tipo de tejidos artificiales.
Ama a los animales.
¿Cómo reconocer cuando una piel es natural?
Haya o no leyes sobre esta cuestión, tuya es la decisión de comprar productos con el SUFRIMIENTO de ANIMALES.
Pero ¿cómo podemos reconocer una piel natural de una artificial?
Existen cuatro formas básicas de "testear" la piel para saber si es natural o artificial:
1. PONDERARLA AL TACTO
Para ello, tenemos que tomar la piel y hacerla un rollito entre los dedos pulgar e índice. Con esta prueba, la piel natural se siente lisa y suave, y se desliza entre los dedos sin resistencia. Cuando la piel es artificial, se siente gruesa y tiesa.
2.PONDERARLA CON LA VISTA
Tomar un trozo de la piel y soplarla para que los pelos se dividan. Cuando la piel es natural, tiene varias capas de pelos más finos que forman una base densa que sostiene a los pelos más largos (los que sobresalen hacia fuera). Además la base es de cuero (piel, epidermis) natural. Cuando la piel es falsa, su estructura es más simple por lo que todos los pelos son de un largo y color similares.
3.PINCHARLA CON UN ALFILER
Tomar un alfiler y hundirlo hasta la base de la piel: cuando la piel es natural el cuero se resiste a ser agujereado y es difícil de traspasar. Cuando la piel es artificial el alfiler pasa fácilmente hacia el otro lado.
4.QUEMAR ALGUNOS PELOS
Tomar delicadamente algunos pelos de la piel y ponerlos en una llama de mechero. Si la piel es natural, se chamuscará y despedirá un olor similar al de pelo humano quemado. Si la piel es artificial, se derretirá y olerá como plástico quemado. Además formará pequeñas bolitas que se sienten duras al tacto.
Con estas cuatro simples pruebas, tú como consumidor responsable, podrás decidir si seguir fomentando la CRUEL Y SANGRIENTA INDUSTRIA PELETERA o si por el contrario, decidirás por otro tipo de tejidos artificiales.
Ama a los animales.
11. Pero las cosas han cambiado, la filosofía del pelotazo caló muy hondo en la peña, y nadie se corta un pelo por decir en público que el chalet de cincuenta kilos lo ha comprado con tela B.
Честно сказать, я первый раз встречаю эту фразу: la filosofía del pelotazo, но могу предположить, что оно означает:
тактика зарабатывание быстрых(лёгких), но нелегальных денег. Так что перевод будет таковым:
Но, ситуация изменилась, тактика зарабатывания быстрых, но нелегальных денег, проникла слишком глубоко в современную жизнь, поэтому никто сегодня совершенно не беспокоится о том, чтобы признаться, что тот шале, который он приобрёл за 50 лимонов, был куплен на шальные деньги.
12. Y no hablo sólo de particulares que manejan bienes propios y hacen de su capa un sayo.
Hacer de su capa un sayo - объяснение, после которого сразу понятно значение всей фразы:
"Hacer de su capa un sayo" significa "hacer lo que a uno le viene en gana" solo cuando el que lo hace es un carota y un fresco, por eso mismo hace de la capa (de la de otro) un sayo (para él). Se entenderá mejor sabiendo que una capa era privativa de la gente rica pues era una prenda muy cara, de buen paño, muy caliente y -con frecuencia- impermeable, que solía ir teñida con ricos colores y ornamentada con trabajosos bordados, amén de usar un rico alfiler de oro o plata para sujetarla al cuerpo. El sayo, en cambio, era una prenda gruesa, pesada y tosca, relativamente barata, de color pardo (para abaratar ni siquiera se blanqueaba el tejido), que también abrigaba pero que siendo ropa de labriego carecía de cualquier encanto. Es por eso que solo un cretino, un abusón, y un caradura haría de su capa (se refiere a la de SU señor) un sayo para él. Entre otras cosas porque estropear una cara y buena prenda (que encima no es tuya) para hacer otra peor es una memez por un lado y una canallada por otro.
No sé si lo he expresado con claridad."
Честно сказать, я первый раз встречаю эту фразу: la filosofía del pelotazo, но могу предположить, что оно означает:
тактика зарабатывание быстрых(лёгких), но нелегальных денег. Так что перевод будет таковым:
Но, ситуация изменилась, тактика зарабатывания быстрых, но нелегальных денег, проникла слишком глубоко в современную жизнь, поэтому никто сегодня совершенно не беспокоится о том, чтобы признаться, что тот шале, который он приобрёл за 50 лимонов, был куплен на шальные деньги.
12. Y no hablo sólo de particulares que manejan bienes propios y hacen de su capa un sayo.
Hacer de su capa un sayo - объяснение, после которого сразу понятно значение всей фразы:
"Hacer de su capa un sayo" significa "hacer lo que a uno le viene en gana" solo cuando el que lo hace es un carota y un fresco, por eso mismo hace de la capa (de la de otro) un sayo (para él). Se entenderá mejor sabiendo que una capa era privativa de la gente rica pues era una prenda muy cara, de buen paño, muy caliente y -con frecuencia- impermeable, que solía ir teñida con ricos colores y ornamentada con trabajosos bordados, amén de usar un rico alfiler de oro o plata para sujetarla al cuerpo. El sayo, en cambio, era una prenda gruesa, pesada y tosca, relativamente barata, de color pardo (para abaratar ni siquiera se blanqueaba el tejido), que también abrigaba pero que siendo ropa de labriego carecía de cualquier encanto. Es por eso que solo un cretino, un abusón, y un caradura haría de su capa (se refiere a la de SU señor) un sayo para él. Entre otras cosas porque estropear una cara y buena prenda (que encima no es tuya) para hacer otra peor es una memez por un lado y una canallada por otro.
No sé si lo he expresado con claridad."
El traje nuevo del Emperador
por Hans Christian Andersen
Hace muchos años vivía un Emperador que gastaba todas sus rentas en lucir siempre trajes nuevos. Tenía un traje para cada hora de día. La ciudad en que vivía el Emperador era muy movida y alegre. Todos los días llegaban tejedores de todas las partes del mundo para tejer los trajes más maravillosos para el Emperador.
Un día se presentaron dos bandidos que se hacían pasar por tejedores, asegurando tejer las telas más hermosas, con colores y dibujos originales. El Emperador quedó fascinado e inmediatamente entregó a los dos bandidos un buen adelanto en metálico para que se pusieran manos a la obra cuanto antes. Los ladrones montaron un telar y simularon que trabajaban. Y mientras tanto, se suministraban de las sedas más finas y del oro de mejor calidad.
Pero el Emperador, ansioso por ver las telas, envió el viejo y digno ministro a la sala ocupada por los dos supuestos tejedores. Al entrar en el cuarto, el ministro se llevó un buen susto “¡Dios nos ampare! ¡Pero si no veo nada!”. Pero no soltó palabra. Los dos bandidos le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos los colores y los dibujos. Le señalaban el telar vacío y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, sin ver nada. Pero los bandidos insistían: “¿No dices nada del tejido? El hombre, asustado, acabó por decir que le parecía todo muy bonito, maravilloso y que diría al Emperador que le había gustado todo. Y así lo hizo.
Los estafadores pidieron más dinero, más oro, y así lo hicieron. Poco después el Emperador envió otro ministro para inspeccionar el trabajo de los dos bandidos. Y le ocurrió lo mismo que al primero. Pero salió igual de convencido de que había algo, de que el trabajo era formidable. El Emperador quiso ver la maravilla con sus propios ojos. Seguido por su comitiva, se encaminó a la casa de los estafadores. Al entrar no vio nada. Los bandidos le preguntaron sobre el admirable trabajo y el Emperador pensó: “¡Como! Yo no veo nada. Eso es terrible. ¿Seré tonto o acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso”. Con miedo de perder su cargo, el emperador dijo: - Oh, sí, es muy bonita. Me gusta mucho. La apruebo. Todos de su séquito le miraban y remiraban. Y no entendían al Emperador que no se cansaba de lanzar elogios a los trajes y a las telas. Y se propuso a estrenar los vestidos en la próxima procesión.
El Emperador condecoró a cada uno de los bribones y los nombró tejedores imperiales. Sin ver nada, el Emperador probó los trajes, delante del espejo. Los probó y los reprobó, sin ver nada de nada. Y todos exclamaban: “¡Qué bien le sienta! ¡Es un traje precioso!”. Fuera, la procesión lo esperaba. Y el Emperador salió y desfiló por las calles del pueblo sin llevar ningún traje. Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz o por estúpido, hasta que exclamó de pronto un niño: - ¡Pero si no lleva nada! - ¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! Dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño. - ¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada! - ¡Pero si no lleva nada! – gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al Emperador, pues sospechaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: “Hay que aguantar hasta el fin”. Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.
por Hans Christian Andersen
Hace muchos años vivía un Emperador que gastaba todas sus rentas en lucir siempre trajes nuevos. Tenía un traje para cada hora de día. La ciudad en que vivía el Emperador era muy movida y alegre. Todos los días llegaban tejedores de todas las partes del mundo para tejer los trajes más maravillosos para el Emperador.
Un día se presentaron dos bandidos que se hacían pasar por tejedores, asegurando tejer las telas más hermosas, con colores y dibujos originales. El Emperador quedó fascinado e inmediatamente entregó a los dos bandidos un buen adelanto en metálico para que se pusieran manos a la obra cuanto antes. Los ladrones montaron un telar y simularon que trabajaban. Y mientras tanto, se suministraban de las sedas más finas y del oro de mejor calidad.
Pero el Emperador, ansioso por ver las telas, envió el viejo y digno ministro a la sala ocupada por los dos supuestos tejedores. Al entrar en el cuarto, el ministro se llevó un buen susto “¡Dios nos ampare! ¡Pero si no veo nada!”. Pero no soltó palabra. Los dos bandidos le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos los colores y los dibujos. Le señalaban el telar vacío y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, sin ver nada. Pero los bandidos insistían: “¿No dices nada del tejido? El hombre, asustado, acabó por decir que le parecía todo muy bonito, maravilloso y que diría al Emperador que le había gustado todo. Y así lo hizo.
Los estafadores pidieron más dinero, más oro, y así lo hicieron. Poco después el Emperador envió otro ministro para inspeccionar el trabajo de los dos bandidos. Y le ocurrió lo mismo que al primero. Pero salió igual de convencido de que había algo, de que el trabajo era formidable. El Emperador quiso ver la maravilla con sus propios ojos. Seguido por su comitiva, se encaminó a la casa de los estafadores. Al entrar no vio nada. Los bandidos le preguntaron sobre el admirable trabajo y el Emperador pensó: “¡Como! Yo no veo nada. Eso es terrible. ¿Seré tonto o acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso”. Con miedo de perder su cargo, el emperador dijo: - Oh, sí, es muy bonita. Me gusta mucho. La apruebo. Todos de su séquito le miraban y remiraban. Y no entendían al Emperador que no se cansaba de lanzar elogios a los trajes y a las telas. Y se propuso a estrenar los vestidos en la próxima procesión.
El Emperador condecoró a cada uno de los bribones y los nombró tejedores imperiales. Sin ver nada, el Emperador probó los trajes, delante del espejo. Los probó y los reprobó, sin ver nada de nada. Y todos exclamaban: “¡Qué bien le sienta! ¡Es un traje precioso!”. Fuera, la procesión lo esperaba. Y el Emperador salió y desfiló por las calles del pueblo sin llevar ningún traje. Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz o por estúpido, hasta que exclamó de pronto un niño: - ¡Pero si no lleva nada! - ¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! Dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño. - ¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada! - ¡Pero si no lleva nada! – gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al Emperador, pues sospechaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: “Hay que aguantar hasta el fin”. Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.
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