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De la terminología comunista soviética
Camarada (Товарищ, továrishch en ruso), especialmente en ciertos partidos políticos y sindicatos, significa correligionario o compañero.
Originariamente llevaba una fuerte connotación militar, a partir de la Revolución rusa, los bolcheviques lo emplearon profusamente como alternativa igualitaria a señor y otras palabras similares; el término solía acompañar títulos para darles un tono socialista. El uso de títulos igualitarios tiene su origen en la Revolución francesa, en la que se abolieron los títulos de nobleza así como los términos monsieur y madame —señor y señora— y en su lugar se empleaba citoyen, ciudadano. Por ejemplo, al rey Luis XVI se le llamaba ciudadano Luis Capeto.
La palabra camarada (así como su variante compañero) fue popularizada por los bolcheviques durante la revolución Rusa. Luego quedó en la Unión Soviética como forma de tratamiento habitual en un contexto formal, es decir, sustituyendo a señor o señora, y así se decía, por ejemplo, el camarada ministro en vez de el señor ministro, y del mismo modo podía usarse para dirigirse a desconocidos en un tono formal. Curiosamente, los presos políticos no podían utilizar la palabra camarada al dirigirse a las autoridades ni podían serles aplicado este tratamiento, usándose como alternativa el de ciudadano. Esto era así porque camarada tenía una connotación de comunión con el ideario comunista en la que los presos políticos no podían participar. Sin embargo se suponía esa afinidad con el comunismo en todo el resto de la población, y así, según señala Aleksandr Solzhenitsyn, podía darse el caso de que a un miembro del Partido Comunista caído en desgracia no se le tratara ya de camarada, pero sí se tratase así a presos comunes.
Camarada y compañero
En la tradición política española e hispanoamericana se han utilizado estas dos palabras para traducir lo que en otros idiomas se decía con una sola: comrade en inglés, rafiq en árabe, tovarishch en ruso, javer en hebreo, camarade en francés, compagno en italiano, Genosse en alemán, etc.
En el entorno de los partidos socialistas y otros movimientos de izquierda, principalmente en América Latina y por influencia de la Revolución Cubana, es habitual el empleo del saludo compañero. Esto es notable, por ejemplo, en el Partido de los Trabajadores de Brasil.
En Argentina las organizaciones de izquierda de orientación comunista prefieren camarada, mientras que algunos partidos socialistas y partidos de derecha como el Partido Justicialista, aún suele usar el compañero, por otro lado los radicales se diferenciaban utilizando el correligionario. También entre los neonazis argentinos, suelen llamarse con el nombre de camarada.
En Chile, el trato de camarada aún se utiliza en el Partido Demócrata Cristiano de Chile, mientras el trato de compañero se utiliza en el Partido Comunista de Chile y el de correligionario en los partidos de derecha.
En España, compañero está asociado a las tradiciones socialista y anarquista, mientras que camarada se ha utilizado más dentro del ámbito de los partidos comunistas. Algunas organizaciones comunistas de creación más tardía, sin embargo, han preferido el término compañero por influencia latinoamericana. Por otra parte, en España el uso de camarada no se ha restringido sólo a sindicatos y partidos de izquierda, puesto que los falangistas lo utilizan para saludarse entre ellos, anteponiéndolo a su nombre de pila. Durante el franquismo era muy común leer en la prensa del régimen: «El Gobernador Civil Camarada...» y frases similares. Esta singularidad proviene de la influencia del falangismo joseantoniano.
En Italia, el trato de Camerata es propio de la derecha, mientras que en los partidos y sindicatos de izquierda (incluyendo los comunistas) se utiliza siempre compagno.
Así lo explica WIKIPEDIA.
Originariamente llevaba una fuerte connotación militar, a partir de la Revolución rusa, los bolcheviques lo emplearon profusamente como alternativa igualitaria a señor y otras palabras similares; el término solía acompañar títulos para darles un tono socialista. El uso de títulos igualitarios tiene su origen en la Revolución francesa, en la que se abolieron los títulos de nobleza así como los términos monsieur y madame —señor y señora— y en su lugar se empleaba citoyen, ciudadano. Por ejemplo, al rey Luis XVI se le llamaba ciudadano Luis Capeto.
La palabra camarada (así como su variante compañero) fue popularizada por los bolcheviques durante la revolución Rusa. Luego quedó en la Unión Soviética como forma de tratamiento habitual en un contexto formal, es decir, sustituyendo a señor o señora, y así se decía, por ejemplo, el camarada ministro en vez de el señor ministro, y del mismo modo podía usarse para dirigirse a desconocidos en un tono formal. Curiosamente, los presos políticos no podían utilizar la palabra camarada al dirigirse a las autoridades ni podían serles aplicado este tratamiento, usándose como alternativa el de ciudadano. Esto era así porque camarada tenía una connotación de comunión con el ideario comunista en la que los presos políticos no podían participar. Sin embargo se suponía esa afinidad con el comunismo en todo el resto de la población, y así, según señala Aleksandr Solzhenitsyn, podía darse el caso de que a un miembro del Partido Comunista caído en desgracia no se le tratara ya de camarada, pero sí se tratase así a presos comunes.
Camarada y compañero
En la tradición política española e hispanoamericana se han utilizado estas dos palabras para traducir lo que en otros idiomas se decía con una sola: comrade en inglés, rafiq en árabe, tovarishch en ruso, javer en hebreo, camarade en francés, compagno en italiano, Genosse en alemán, etc.
En el entorno de los partidos socialistas y otros movimientos de izquierda, principalmente en América Latina y por influencia de la Revolución Cubana, es habitual el empleo del saludo compañero. Esto es notable, por ejemplo, en el Partido de los Trabajadores de Brasil.
En Argentina las organizaciones de izquierda de orientación comunista prefieren camarada, mientras que algunos partidos socialistas y partidos de derecha como el Partido Justicialista, aún suele usar el compañero, por otro lado los radicales se diferenciaban utilizando el correligionario. También entre los neonazis argentinos, suelen llamarse con el nombre de camarada.
En Chile, el trato de camarada aún se utiliza en el Partido Demócrata Cristiano de Chile, mientras el trato de compañero se utiliza en el Partido Comunista de Chile y el de correligionario en los partidos de derecha.
En España, compañero está asociado a las tradiciones socialista y anarquista, mientras que camarada se ha utilizado más dentro del ámbito de los partidos comunistas. Algunas organizaciones comunistas de creación más tardía, sin embargo, han preferido el término compañero por influencia latinoamericana. Por otra parte, en España el uso de camarada no se ha restringido sólo a sindicatos y partidos de izquierda, puesto que los falangistas lo utilizan para saludarse entre ellos, anteponiéndolo a su nombre de pila. Durante el franquismo era muy común leer en la prensa del régimen: «El Gobernador Civil Camarada...» y frases similares. Esta singularidad proviene de la influencia del falangismo joseantoniano.
En Italia, el trato de Camerata es propio de la derecha, mientras que en los partidos y sindicatos de izquierda (incluyendo los comunistas) se utiliza siempre compagno.
Así lo explica WIKIPEDIA.
Diccionarios: Diccionario de la injuria
http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/18615/Diccionario_de_la_injuria
Diccionario de la injuria
Sergio Bufano y Jorge Santiago
Losada. Madrid, 2006. 283 páginas, 16 euros
Pilar GARCÍA MOUTON
Publicado el 14/09/2006
En español de España injuria suena demasiado formal, pero los autores de este diccionario lo usan como sinónimo de insulto en las 17 páginas de un Prólogo subdividido en sugestivos epígrafes: “Teoría del insulto”, “El nacimiento del insulto en Occidente”, “Las cuatro categorías del insulto”, “Verdad, mentira y arte en el insulto”, “Biología, anatomía, sociedad”, “Insulto y s.e.x-ualidad”, “La injuria como delito”, “Malas palabras y salud” e “Insulto y gramática”. Da la impresión de que se ha evitado en el título la palabra insulto, más adecuada al contenido de este diccionario que -dicen sus autores- “ha tratado de incorporar todos los insultos de habla hispana que se conocen hasta la fecha”. Palabras mayores, cuando el Diccionario del insulto de Juan de Dios Luque, Antonio Pamies y Francisco José Manjón (Península, 2000), contiene más de 5000 entradas referidas sólo al español de España. Pero es indudable que el valor del Diccionario de la injuria para los hablantes de español europeo se basa en ofrecer, con su localización, los insultos más frecuentes que utilizan los hispanohablantes de los países americanos.
...........
Es evidente que los argentinos Bufano y Perednick no han pretendido hacer una rigurosa obra lexicográfica. Recuerda más bien, con sus pegas y su frescura, a aquellos diccionarios ingenuos de los dialectólogos amateurs. Bufano, conocido periodista, es, además, escritor, y Perednick, poeta, ensayista y traductor, por eso su prólogo reúne los ingredientes de la divulgación inteligente, con agudas reflexiones sobre qué es un insulto, cuál es su relación con la ironía, lo que tiene de relatividad cultural, su valor como reflejo de la evolución del hombre, etc. Pero no identifican sus fuentes, ni redactan definiciones ajustadas y referencias entre unas palabras y otras, mezclan insultos desusados con otros vivos, y sólo proporcionan ejemplos en algunos casos, no siempre en los más necesarios, porque ¿quién los necesita de “abominable”, “asqueroso”, “charlatán” o “idiot”? Una segunda edición merecería la colaboración de un lexicógrafo que, además de eliminar voces como “abandonado", "absorbente”, "aburguesado”, "aburrido”, "afectado”, “arrejuntao” o “arriesgado”, comprobara la fiabilidad de las fuentes, porque algunos insultos que se dan como generales en España hacen recelar del resto, y evitase grafías no sistemáticas de pronunciaciones vulgares - “abrasau”, “aponderau”, “apamplau”, etc.- o errores ortográficos como “abiao” por “avia(d)o”, “abutardas” por “avutardas”, etc.
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Diccionario de la injuria
Sergio Bufano y Jorge Santiago
Losada. Madrid, 2006. 283 páginas, 16 euros
Pilar GARCÍA MOUTON
Publicado el 14/09/2006
En español de España injuria suena demasiado formal, pero los autores de este diccionario lo usan como sinónimo de insulto en las 17 páginas de un Prólogo subdividido en sugestivos epígrafes: “Teoría del insulto”, “El nacimiento del insulto en Occidente”, “Las cuatro categorías del insulto”, “Verdad, mentira y arte en el insulto”, “Biología, anatomía, sociedad”, “Insulto y s.e.x-ualidad”, “La injuria como delito”, “Malas palabras y salud” e “Insulto y gramática”. Da la impresión de que se ha evitado en el título la palabra insulto, más adecuada al contenido de este diccionario que -dicen sus autores- “ha tratado de incorporar todos los insultos de habla hispana que se conocen hasta la fecha”. Palabras mayores, cuando el Diccionario del insulto de Juan de Dios Luque, Antonio Pamies y Francisco José Manjón (Península, 2000), contiene más de 5000 entradas referidas sólo al español de España. Pero es indudable que el valor del Diccionario de la injuria para los hablantes de español europeo se basa en ofrecer, con su localización, los insultos más frecuentes que utilizan los hispanohablantes de los países americanos.
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Es evidente que los argentinos Bufano y Perednick no han pretendido hacer una rigurosa obra lexicográfica. Recuerda más bien, con sus pegas y su frescura, a aquellos diccionarios ingenuos de los dialectólogos amateurs. Bufano, conocido periodista, es, además, escritor, y Perednick, poeta, ensayista y traductor, por eso su prólogo reúne los ingredientes de la divulgación inteligente, con agudas reflexiones sobre qué es un insulto, cuál es su relación con la ironía, lo que tiene de relatividad cultural, su valor como reflejo de la evolución del hombre, etc. Pero no identifican sus fuentes, ni redactan definiciones ajustadas y referencias entre unas palabras y otras, mezclan insultos desusados con otros vivos, y sólo proporcionan ejemplos en algunos casos, no siempre en los más necesarios, porque ¿quién los necesita de “abominable”, “asqueroso”, “charlatán” o “idiot”? Una segunda edición merecería la colaboración de un lexicógrafo que, además de eliminar voces como “abandonado", "absorbente”, "aburguesado”, "aburrido”, "afectado”, “arrejuntao” o “arriesgado”, comprobara la fiabilidad de las fuentes, porque algunos insultos que se dan como generales en España hacen recelar del resto, y evitase grafías no sistemáticas de pronunciaciones vulgares - “abrasau”, “aponderau”, “apamplau”, etc.- o errores ortográficos como “abiao” por “avia(d)o”, “abutardas” por “avutardas”, etc.
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En fе de lo cual ...
En fе de lo cual se firma la presente acta.
Какое соответствие этого оборота будет в русском. Он стоит обычно в конце каких-либо официальных документом, в данном случае в свидетельстве о рождение.
В русских словарях ни слова об этом.
Заранее большое спасибо.
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В русских словарях ни слова об этом.
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http://www.ibidemgroup.es/traduccion/recursos/blogs-traduccion.html
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- ¿En serio? ¡Qué bien! Pero yo le preguntaba cómo se gana la vida.
- ¿Se refiere a trabajar? No trabajo. Gano tanto traduciendo que no necesito trabajar.
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Noma, de René Redzepi.
El Celler de Can Roca, de los hermanos Joan, Josep y Jordi Roca.
Mugaritz, de Andoni Luis Aduriz.
Osteria Francescana, de Massimo Bottura.
The Fat Duck, de Heston Blumenthal.
Alinea, de Grant Achatz.
DOM, de Alex Atala.
Arzak, de Juan Mari Arzak.
Le Chateubriand , de Iñaki Aizpitarte.
Per Se, de Thomas Kell
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