Hace unos meses viajé a San Petesburgo, llamada también la Venecia del norte, puesto que el emperador Pedro I, se inspiró en dicha ciudad italiana para su desarrollo, capital cultural de Rusia. Lo cierto es que me sorprendio muy gratamente. Es imposible hablar de San Petesburgo, sin hablar de su rio Neva, siempre omnipresente en la ciudad. Tambien son famosas sus noches blancas, esas noches en la que es dificil dormir, esas noches que invitan a pasear por la ciudad, tienen un lento recorrer, que en mi caso como visitante, percibí una sensación de serenidad, de tranquilidad, de sosiego conmigo mismo mientras te desplazas a lo largo de sus calles.
Mención aparte merese su particular museo, El Hermitage, uno de los mas famosos del mundo, con tres millones de obras de arte en su interior, instalado en el no menos celebre Palacio de Invierno, y como caso relevante, indicar que la revolución de 1917 se inició en dicho palacio.
A pesar de ser una ciudad grande, el centro histórico es muy asequible para recorrerlo andando. El famoso teatro Mariinsky, situado en el barrio del mismo nombre, y en el cual se puede asistir a diferentes eventos como conciertos, öperas, pero sobre todo a representaciones de ballet. Paseando por sus calles es muy normal encontrarte con las Babushkas, vendiendo cualquier cosa para poder sobrevivir.
Hay un tren muy famoso, nocturno llamado "flecha roja", que cubre la ruta entre San Petesburgo y Moscú,un tren con mucho encanto, donde la puntualidad suele ser una de sus mayores virtudes.