"¡Lilichka!
(En lugar de una carta…)
El humo del tabaco devoro el aire,
el cuarto,
un capítulo en el infierno kruchonijiano.
¿Recuerdas?
Por esa ventana
ese dia
te acaricié extasiado, con fervor.
Hoy estás aqui
con el corazón acorazado.
Me maldeciras
y diras que me vaya
tal vez, un dia.
Frenetico, mi brazo tembloroso en un salon sombrio
dificilmente sera capaz de encajar en la manga.
Huiré,
y arrojaré mi cuerpo a la calle,
angustiado,
azotado por la desesperacion y la tristeza.
No hay necesidad de eso,
querida,
mi amor,
partamos esta noche y terminemos esta locura.
De cualquier manera
mi amor es
un arduo peso,
que cuelga de ti
dondequiera que huyas.
Déjame bramar en un último grito
todas las miserias de mi corazón roto.
El laborioso buey, si tuvo suficiente,
se ira
y descansara en las frías aguas.
Pero para mi,
no hay un mar
ademas de tu amor,
del cual incluso las lagrimas no me dan paz.
Si un elefante quiere relajarse, descansara,
pomposo, afuera, en las dunas cocinadas por el sol.
Ademas de tu amor
no hay sol
en el cielo.
No sé dónde estás ni con quién.
Si atormentas tanto a otro poeta,
él,
cambiaría su amor por fama y dinero
pero
nada suena tan precioso para mi
como el sonido de tu adorado nombre.
No voy a beber veneno,
o saltar hacia la muerte,
o apretar el gatillo para tomar mi vida.
Excepto por tus ojos
ninguna espada puede controlarme,
ningún cuchillo afilado.
Mañana olvidarás
que fui yo quien te corono,
quien quemó el alma floreciente con amor.
Y los días formaran un vertiginoso carnaval
que agitara mis manuscritos y los elevara…
¿El otoño de las hojas secas de mis frases
harán que te detengas,
respirando con dificultad?
Deja
que con mi ultima ternura
alfombre tus pasos
que se van.
Vladímir V. Mayakovski Lilichka! (En lugar de la carta) El humo de tabaco El aire lo ha corroido. El cuarto es un capítulo Del poema «En el Infierno». ¿Te acuerdas? Detrás de aquella ventana, Tus manos yo acariciaba Por primera vez, Exaltado. Hoy tu corazón Está acorazado. Pasará un día, Y me echarás, Y puede ser, Me regañarás. En la turbia antesala, Largo tiempo No entrará en la manga La mano, Por el temblor fracturada. Saldré corriendo, Mi cuerpo en la calle Lo echaré. Salvaje, Enloqueceré, Por la desesperación Esculpido. No hace falta hacerlo, Querida, No hace falta hacerlo. A despedirnos ahora - Vamos, amada. A pesar de todo Mi amor sí que es Una carga pesada Pendiendo de tí Dondequiera que vayas. Déjame En el último grito llorar La amargura de mis quejas Agraviadas. Un toro Muerto de trabajo Se irá, Y se tenderá En las aguas frías. Para mí No existe otro mar Sino el mar de tu amor, Pero de tu amor Mendigar un descanso, Llorando, No me sale, Mi querida. Un cansado elefante Que quiera el reposo Se echará, Majestuoso, En la arena encendida. Para mí No existe otro sol Sino el sol de tu amor, Pero yo no sé Dónde estás y con quién, Mi querida. Si tanto martirizaras A un poeta, Él a su amada Por dinero y gloria Cambiaría. Para mí No existe otro alegre sonido, Sino el sonar De tu nombre querido. No me lanzaré al vacío, Ni tomaré un veneno, Ni podré el gatillo Sobre la sien apretar. No domina sobre mí Ningún cuchillo, Sino tu mirada Sabe dominar. Mañana olvidarás Que te he coronado, Que mi amor ha incinerado El alma floreciente. Y serán despeinadas Por el carnaval De vanos días Las páginas de mis libros. ¿Podrán las secas hojas De mis palabras Pararte, Ávidamente respirando? Dispara Siquiera con el último cariño alfombrar Tus pasos Que se están marchando. (1916)