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 Fran

>Морозов Евгений escribe:

>--------------

>¡Hola, Fran! Muchas gracias por hacerme llegar el enlace del sitio “La Guerra Civil Española”. Con gran placer escuché las canciones de aquella época, miré otras páginas. En fin de cuentas, pensando desde la altura del día de hoy, ya no importa en principio quién estuvo en uno u otro bando – todo es ya patrimonio de la Historia. Pero para los hombres de ambos bandos no fue sino tragedia personal…

Sí, Евгений, fue una tragedia personal para quienes vivieron esos acontecimientos, y también colectiva para todo el país durante generaciones. Una época convulsa y trágica en la que además de actos heroicos, también se cometieron grandes atrocidades por parte de uno y otro bando (si bien es verdad que en muy distinta proporción), las cuales aún perduran en la memoria de muchos españoles. Todas las guerras son terribles; pero cuando se trata de una guerra civil, entre hermanos, inevitablemente se abren en la población profundas heridas que tardan muchos decenios en cicatrizar. Han pasado ya 75 años desde nuestra Guerra Civil, y en la España actual todavía se perciben las secuelas de aquella masacre.
Recientemente, el hispanista Paul Preston ha publicado un libro en el que describe esta guerra como “el holocausto español”. A través del siguiente enlace, puedes acceder a un reportaje del diario El País que creo que te resultará interesante:
http://www.elpais.com/articulo/portada/Espana/masacrada/elpepusoceps/20110327elpepspor_10/Tes
Un cordial saludo.
Origen europeo, liberal y antiespañol de las corridas de toros
por Ernesto Giménez Caballero
".....Bárbaro turista, escucha bien (te llamo bárbaro porque todo turismo es barbarie), escucha bien:
Yo acepto que las corridas de toros tienen una modalidad brutal, repugnante, plebeya, soez, intolerable.
Yo protesto con más energía que tú, con más coraje que tú, bárbaro turista, contra el sacrificio triste y ridículo de caballos famélicos e inservibles.
Yo me indigno, con indignación pura, testicular, superior a la tuya, lacrimosa de bárbaro sentimental, contra el mucho martirio innecesario que se hace al nobilísimo toro en las corridas.
Ahora bien: Si yo acepto el plebeyismo, la crueldad, la estupidez y la vileza en las corridas de toros, es con una condición imprescindible: la de que tú me reconozcas y aceptes, bárbaro turista, de que esa parte vulgar y soez de las corridas de toros no es española. Sino europea. Archieuropea. Tuya.
Escucha bien:
Las corridas de toros deben su aplebeyamiento actual a la Europa moderna, a esa de la Reforma, a la de los Derechos del Hombre, a la Revolución francesa, a la burguesía liberal del siglo XIX; es decir, a ti, bárbaro turista.

La suerte –suerte bellaca y vil– del picador, del «nuevo caballero»
Las corridas de toros no eran en España una fiesta «nacional y romántica» hasta el siglo XIX. Hasta que la nobleza caballeresca fué desposeída por la burguesía, gracias al movimiento de la Francia napoleónica y de la Inglaterra liberal. Hasta esa época, la fiesta de toros constituyó en España un deporte noble, de caballeros, ligado a un culto popular y milenario, casi divino, por el toro: animal sagrado en la mitología ibérica, mediterránea, antigua.
El caballero toreaba a caballo, ayudado por criados y servidores, ante damas ilustres, ante los monarcas. La fiesta de lancear toros era en la España heroica del seiscientos un sucedáneo viril de la guerra. (Ya lo vió Goya. ¡Goya, vértice de España, entre dos mundos, el noble y el liberal!) Ahora bien: la Revolución francesa derrocó al caballero y lo bajó del caballo, poniendo en su lugar al criado, a la chusma plebeya, cruel, que antes permanecía disciplinada en segundo término. Ese fué el origen histórico del repugnante «picador». El cual, en su odio al caballo como animal aristocrático, no vaciló en entregarle indefenso a las astas del toro.
Del mismo modo se origina el «torero» profesional, especie hispánica que no existió hasta la España moderna. Este «torero» no pudo evitar la parte vil y brutal que le daba la clase social ineducada, violenta, antiintelectual.
Las corridas de toros cristalizan en España como espectáculo nacional al mismo compás que el sistema parlamentario. (Raro era el diputado que no llegaba tarde al Parlamento en día de toros por asistir a la corrida.)
No es, pues, a la España genuina, jerárquica, humana y heroica del seiscientos a la que hay que culpar de la barbarie de las corridas, sino a la España europeizante, burguesa y mixtificada del siglo XIX. No a la cruel España, sino a la Europa humanitaria. A Francia, a los anglosajones: esa Europa que nos envilece y luego nos insulta, a los españoles.
.......
Creador el toro de nuestra fiesta más potente y fuerte –la más potente y fuerte del mundo actual–, hecha con sangre, muerte y sol, al gran estilo antiguo. Esa fiesta que «es un baño de juventud, de la más joven juventud vecina todavía de la animalidad» –como dijo Mauricio Barrès–. Si se salvan y se salvarán las fiestas de toros en España, es porque, en el fondo, constituyen todavía nuestro más alto mito, nuestro sacrificio religioso más profundo. El sacrificio del dios por mano de un sacerdote: el torero ante una concurrencia estremecida de fieles palpitantes. El toro es el mito trágico de España –como diría Nietzche–. Por eso ha llegado a sublimar hasta el cruel y vulgar de su fiesta. Por eso el torero adquiere a veces calidades heroicas, de alta estirpe humana –en su lucha con el toro.
..........."
Estaban dos locos en el manicomio y el director dibujo una puerta para saber quien era el mas loco entonces un loco intenta abrir la puerta pero no pudo y otro loco que esta sentado se rie.
Al rato llega otro loco y tampoco pudo abrirla y el otro loco se seguia riendo y el director pregunta: hey por que te ries tanto? y el loco le contesta: por que yo tengo la llave
Esto es un toro que se enamoro de una vaca que estaba al otro lado de la valla. Decide saltarse la valla y le pregunta:
- ¿Cómo te llamas preciosa?
- Flor de primavera, pero me puedes llamar flor porque la primavera la deje atras hace mucho tiempo. ¿Y tú, como te llamas?
- Me llamo Pepito pero me puedes llamar “Pe” porque el pito me lo he dejado en la valla al saltarla.
Este era un loco que estaba en el manicomio y se quería suicidar, entonces se lanzó a la piscina para ahogarse y vino otro loco y lo sacó, entonces el director del manicomio lo llamó para felicitarlo por haberlo salvado, y le dijo:
Fue un acto heroico lo que hizo, pero lamento informarle que el loco que usted salvó esta mañana, se ahorcó en la tarde.
Entonces el loco le dice:
¡Ah!, eso lo hice yo, porque lo colgué para ponerlo a secar.
Dos locos planean la fuga del maniconio, uno le dice al otro:
Si la pared es baja la saltamos, si es alta cavamos un hoyo, ¿Entendido?
Sí, puedes ir primero.
Pasadas tres horas regresa el loco y dice:
No podemos escapar.
¿Por qué?
¡Porque no hay pared!
"Desde hace largo tiempo sabemos que muchas de las cosas —no todas—
que se cuentan a la gente sobre los «germanos» son falsas. El germano no era
tan probo, tan sincero, leal y honrado, tan justo y desinteresado, como lo viene
presentando desde hace tanto tiempo la imagen tradicional y que en Alemania
precisamente se ha convertido en la versión oficial. O sólo lo fue en un esta-
dio temprano de su evolución. Los valores tradicionales de la leyenda heroica
germana, de la ideología política, así como la ilusión del «noble pueblo» de
los alemanes, de sus rasgos sublimes de honradez y lealtad, es algo que suena
a cliché kitsch. La imagen del «libro de lectura de los germanos» es falsa y,
sobre todo, responde a una inspiración antitética, ya que en buena parte es una
«contrafigura del romano». Y tanto más peligroso cuanto que —entre otras
cosas— a finales del siglo xix, y a través de la identificación entre vieja cultu-
ra alemana y vieja cultura nórdica, habitual desde el romanticismo, cobró una
explosividad política «de cara a las relaciones del "indogermano" con el "se-
mita"» (Von Sea). El «indogermano» se convierte así en una especie de ger-
mano revivido, y con ello en el polo opuesto del judío, como el germano lo
fue del romano en los viejos tiempos... Cual si la humanidad, o una gran parte
de la misma, encajase en la fórmula de Werner Sombart, un berlinés especia-
lista en economía nacional, que figura en su escrito combativo Handler una
Helden (Mercaderes y héroes, 1915).
«Imbuido de militarismo», como él mismo alardea, a Sombart se le apre-
cia entonces «la guerra en sí como algo sagrado, como lo más sagrado sobre
la tierra». Y en forma muy similar pensaban, escribían y predicaban innume-
rables curas campesinos y de los otros, coetáneos suyos (tanto del bando de
Alemania como de sus adversarios).13
En esa imagen tradicional de los germanos hay, sin embargo, una cosa
cierta —entre otras—: su predilección por la disputa, la lucha y la guerra. Tan
cierto, que los propagandistas del cristianismo empezaron aquí".
Quién es el sujeto a lo b0lud0?


!
Discutiendo sobre cosas muy trascendentes con mi amigo y colega don Sebastián Olaso, nos encontramos ante la siguiente paradoja:
Supongamos que: “La pelota rompió el jarrón” .
Desde un punto de vista puramente sintáctico, el sujeto de esta oración es: “La pelota”.
Sin embargo, una pelota es un objeto y por ello no podría (semánticamente hablando) haber llevado la acción de motu propio, es decir, sin la intervención de algún otro sujeto. La oración real, entonces, podría haberse leído:
“Alguien rompió el jarrón de un pelotazo.”
y la cosa hubiese sido más simple, porque ese “alguien” sí representa a un sujeto, aunque no sepamos con exactitud, a quién.
Pero el no saber “quién” es ese sujeto, según el criterio del derecho, nos ubica frente a un vacío legal: hay un damnificado, pero no hay determinación fáctica del culpable y esto podría demorar la exigencia de una sanción y/o indemnización punitoria o resarcitoria retroactiva, sin renuncia a otros derechos por parte del actor (que en este caso no sería el sujeto, sino el dueño del objeto del predicado).
Desde el punto de vista policial, el sujeto se dio a la fuga y se desconoce aún su paradero.
Teniendo en cuenta la visión de la sociología, la pelota es un sujeto social reflejo de las masas de trabajadores revelándose ante la explotación capitalista (representada claramente en el jarrón, que era antiguo, con bordes de oro e ideogramas de la dinastía Ming).
Desde un punto de vista arqueológico, la reconstrucción del jarrón podría ayudarnos a descubrir secretos ancestrales. Quizás el arqueólogo no se hubiese acercado a estudiar este jarrón si no hubiera recibido el impacto que generó su ruptura y entonces, el sujeto, deja de ser un anónimo pateador de pelotas, para convertirse en un heroico colaborador de la cultura.
Para la propietaria, todo esto ha sido de una gran pena, ya que el jarrón se lo había heredado la abuela y al sujeto más le valdría no aparecerse a reclamar la pelota.
Psicológicamente hablando, antes de determinar el “quién”, deberíamos indagar acerca de “qué” representa la pelota, qué nos significa o como nos resuena el jarrón, y qué implicancias tiene todo esto respecto de la ruptura y del anonimato del sujeto.
Desde la parapsicología, la pelota claramente fue poseída por el alma en pena de un sujeto que en vida odió al artesano que confeccionó el jarrón (o a su dueña actual o a cualquier otra persona; todo es posible: las almas en pena a veces se confunden).
Desde la física, difícilmente podamos hallar respuestas en cuanto a la existencia del sujeto, pero sí podríamos determinar cuan fuerte ha de haber sido el impacto para quebrar al jarrón en tantos pedazos, o qué hubiese ocurrido si por azar el jarrón no se hubiese interpuesto en la trayectoria directa de la pelota.
Pero el azar entra en el campo de la estadística o, incluso, de alguna corriente filosófica; es decir: ¿Existiría el sujeto si la pelota no hubiese impactado en el jarrón? ¿Se habría oído el estallido del jarrón si un sujeto no hubiese estado allí?
Desde un punto de vista metafísico, todos somos de alguna manera el sujeto que pateo la pelota, y el pesimista nos dirá que nada de esto importa, porque a la larga o a la corta, el jarrón se hubiese destruido igual.
Desde un saber religioso, ese “alguien” o este “todos”, es dios que nos ha puesto una prueba más en el camino.
Astrológicamente hablando, hoy, no fue un buen día para el jarrón.

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VICTORIA VICTORIA
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