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Los últimos días de los Romanov
Están entre las muertes más notorias de la historia moderna: el asesinato de los Romanov, la familia imperial rusa. ¿Son los restos enterrados en San Petersburgo los auténticos restos de los Romanov? ¿Y qué fue de dos de los hijos cuyos restos nunca se han recuperado?
http://www.rtve.es/alacarta/videos/docufilia/docufilia-secretos-historia-ultimos-dias-romanov/1822492/
http://www.rtve.es/alacarta/videos/docufilia/docufilia-secretos-historia-ultimos-dias-romanov/1822492/
punto: tela de punto- трикотажное полотно
de gran caida: сильно ниспадающее
vestido: платье
corte: покрой
corte ¿ imperio ? ¿imperial? : королевского покроя???
escote palabra de honor: вырез (держится) на честном слове: без рукавов, без бретелек;
inspiración lencera: в стиле женского нижнего белья
tipo corse: по типу корсета
de gran caida: сильно ниспадающее
vestido: платье
corte: покрой
corte ¿ imperio ? ¿imperial? : королевского покроя???
escote palabra de honor: вырез (держится) на честном слове: без рукавов, без бретелек;
inspiración lencera: в стиле женского нижнего белья
tipo corse: по типу корсета
Как и обещала..
Вот что мне ответили люди себя тому посвящающие:
....literalmente es "igual que un apóstol", es decir, de la
misma categoría.
Se aplicó en algunos textos griegos a María Magdalena, pero
al parecer sobre todo se utilizaba en la coronación de los emperadores bizantinos. "Venía a expresar la dignidad máxima del oficio imperial en el seno de la iglesia, equivalente al sacerdotal, cada uno en su campo, por lo que el emperador es igual a los apóstoles (isapostolos) y, por su condición sagrada, era ungido, recibido como subdiácono, y bendecidas las insignias de
su poder (corona, clámide, zapatos de púrpura). Ahora bien, cada nuevo emperador, al coronarse, hacía declaración de su ortodoxia y acataba así la primacía eclesiástica a la hora de interpretar lo que era legítimo y correcto en materia de fe y costumbres."
Вот что мне ответили люди себя тому посвящающие:
....literalmente es "igual que un apóstol", es decir, de la
misma categoría.
Se aplicó en algunos textos griegos a María Magdalena, pero
al parecer sobre todo se utilizaba en la coronación de los emperadores bizantinos. "Venía a expresar la dignidad máxima del oficio imperial en el seno de la iglesia, equivalente al sacerdotal, cada uno en su campo, por lo que el emperador es igual a los apóstoles (isapostolos) y, por su condición sagrada, era ungido, recibido como subdiácono, y bendecidas las insignias de
su poder (corona, clámide, zapatos de púrpura). Ahora bien, cada nuevo emperador, al coronarse, hacía declaración de su ortodoxia y acataba así la primacía eclesiástica a la hora de interpretar lo que era legítimo y correcto en materia de fe y costumbres."
El Prado en el Ermitage
El museo madrileño envía una gran colección de 66 obras maestras al Ermitage de San Petersburgo.
La histórica ciudad rusa de San Petersburgo acogerá durante los próximos tres meses una exposición de pintura que nunca ha salido del Museo del Prado de Madrid. La muestra fue inaugurada el viernes por los reyes de España en el Museo Errmitage de la antigua capital imperial. El acontecimiento marca el inicio del Año España-Rusia 2011.
Miguel Zugaza, director del Prado, que ha prestado para la ocasión 66 joyas pictóricas, dijo de la iniciativa: "Es una embajada cultural, un Prado concentrado y abrazado por este gran museo". La exposición, bautizada como el pequeño Prado, incluye obras representativas de las escuelas española, italiana y flamenca(Velázquez, Goya, El greco, Tiziano, Rubens y El Bosco).
En otoño llegará a Madrid el pequeño Ermitage.
La histórica ciudad rusa de San Petersburgo acogerá durante los próximos tres meses una exposición de pintura que nunca ha salido del Museo del Prado de Madrid. La muestra fue inaugurada el viernes por los reyes de España en el Museo Errmitage de la antigua capital imperial. El acontecimiento marca el inicio del Año España-Rusia 2011.
Miguel Zugaza, director del Prado, que ha prestado para la ocasión 66 joyas pictóricas, dijo de la iniciativa: "Es una embajada cultural, un Prado concentrado y abrazado por este gran museo". La exposición, bautizada como el pequeño Prado, incluye obras representativas de las escuelas española, italiana y flamenca(Velázquez, Goya, El greco, Tiziano, Rubens y El Bosco).
En otoño llegará a Madrid el pequeño Ermitage.
El traje nuevo del Emperador
por Hans Christian Andersen
Hace muchos años vivía un Emperador que gastaba todas sus rentas en lucir siempre trajes nuevos. Tenía un traje para cada hora de día. La ciudad en que vivía el Emperador era muy movida y alegre. Todos los días llegaban tejedores de todas las partes del mundo para tejer los trajes más maravillosos para el Emperador.
Un día se presentaron dos bandidos que se hacían pasar por tejedores, asegurando tejer las telas más hermosas, con colores y dibujos originales. El Emperador quedó fascinado e inmediatamente entregó a los dos bandidos un buen adelanto en metálico para que se pusieran manos a la obra cuanto antes. Los ladrones montaron un telar y simularon que trabajaban. Y mientras tanto, se suministraban de las sedas más finas y del oro de mejor calidad.
Pero el Emperador, ansioso por ver las telas, envió el viejo y digno ministro a la sala ocupada por los dos supuestos tejedores. Al entrar en el cuarto, el ministro se llevó un buen susto “¡Dios nos ampare! ¡Pero si no veo nada!”. Pero no soltó palabra. Los dos bandidos le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos los colores y los dibujos. Le señalaban el telar vacío y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, sin ver nada. Pero los bandidos insistían: “¿No dices nada del tejido? El hombre, asustado, acabó por decir que le parecía todo muy bonito, maravilloso y que diría al Emperador que le había gustado todo. Y así lo hizo.
Los estafadores pidieron más dinero, más oro, y así lo hicieron. Poco después el Emperador envió otro ministro para inspeccionar el trabajo de los dos bandidos. Y le ocurrió lo mismo que al primero. Pero salió igual de convencido de que había algo, de que el trabajo era formidable. El Emperador quiso ver la maravilla con sus propios ojos. Seguido por su comitiva, se encaminó a la casa de los estafadores. Al entrar no vio nada. Los bandidos le preguntaron sobre el admirable trabajo y el Emperador pensó: “¡Como! Yo no veo nada. Eso es terrible. ¿Seré tonto o acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso”. Con miedo de perder su cargo, el emperador dijo: - Oh, sí, es muy bonita. Me gusta mucho. La apruebo. Todos de su séquito le miraban y remiraban. Y no entendían al Emperador que no se cansaba de lanzar elogios a los trajes y a las telas. Y se propuso a estrenar los vestidos en la próxima procesión.
El Emperador condecoró a cada uno de los bribones y los nombró tejedores imperiales. Sin ver nada, el Emperador probó los trajes, delante del espejo. Los probó y los reprobó, sin ver nada de nada. Y todos exclamaban: “¡Qué bien le sienta! ¡Es un traje precioso!”. Fuera, la procesión lo esperaba. Y el Emperador salió y desfiló por las calles del pueblo sin llevar ningún traje. Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz o por estúpido, hasta que exclamó de pronto un niño: - ¡Pero si no lleva nada! - ¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! Dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño. - ¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada! - ¡Pero si no lleva nada! – gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al Emperador, pues sospechaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: “Hay que aguantar hasta el fin”. Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.
por Hans Christian Andersen
Hace muchos años vivía un Emperador que gastaba todas sus rentas en lucir siempre trajes nuevos. Tenía un traje para cada hora de día. La ciudad en que vivía el Emperador era muy movida y alegre. Todos los días llegaban tejedores de todas las partes del mundo para tejer los trajes más maravillosos para el Emperador.
Un día se presentaron dos bandidos que se hacían pasar por tejedores, asegurando tejer las telas más hermosas, con colores y dibujos originales. El Emperador quedó fascinado e inmediatamente entregó a los dos bandidos un buen adelanto en metálico para que se pusieran manos a la obra cuanto antes. Los ladrones montaron un telar y simularon que trabajaban. Y mientras tanto, se suministraban de las sedas más finas y del oro de mejor calidad.
Pero el Emperador, ansioso por ver las telas, envió el viejo y digno ministro a la sala ocupada por los dos supuestos tejedores. Al entrar en el cuarto, el ministro se llevó un buen susto “¡Dios nos ampare! ¡Pero si no veo nada!”. Pero no soltó palabra. Los dos bandidos le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos los colores y los dibujos. Le señalaban el telar vacío y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, sin ver nada. Pero los bandidos insistían: “¿No dices nada del tejido? El hombre, asustado, acabó por decir que le parecía todo muy bonito, maravilloso y que diría al Emperador que le había gustado todo. Y así lo hizo.
Los estafadores pidieron más dinero, más oro, y así lo hicieron. Poco después el Emperador envió otro ministro para inspeccionar el trabajo de los dos bandidos. Y le ocurrió lo mismo que al primero. Pero salió igual de convencido de que había algo, de que el trabajo era formidable. El Emperador quiso ver la maravilla con sus propios ojos. Seguido por su comitiva, se encaminó a la casa de los estafadores. Al entrar no vio nada. Los bandidos le preguntaron sobre el admirable trabajo y el Emperador pensó: “¡Como! Yo no veo nada. Eso es terrible. ¿Seré tonto o acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso”. Con miedo de perder su cargo, el emperador dijo: - Oh, sí, es muy bonita. Me gusta mucho. La apruebo. Todos de su séquito le miraban y remiraban. Y no entendían al Emperador que no se cansaba de lanzar elogios a los trajes y a las telas. Y se propuso a estrenar los vestidos en la próxima procesión.
El Emperador condecoró a cada uno de los bribones y los nombró tejedores imperiales. Sin ver nada, el Emperador probó los trajes, delante del espejo. Los probó y los reprobó, sin ver nada de nada. Y todos exclamaban: “¡Qué bien le sienta! ¡Es un traje precioso!”. Fuera, la procesión lo esperaba. Y el Emperador salió y desfiló por las calles del pueblo sin llevar ningún traje. Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz o por estúpido, hasta que exclamó de pronto un niño: - ¡Pero si no lleva nada! - ¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! Dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño. - ¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada! - ¡Pero si no lleva nada! – gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al Emperador, pues sospechaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: “Hay que aguantar hasta el fin”. Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.
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